sábado, 29 de noviembre de 2014

Pederastia y humillación publica

¿Pero que hacen esos señores tirados en el suelo con esos ropajes? Dado que vivimos en una sociedad impregnada de siglos de ortodoxia y rituales cristianos, podemos deducir que se trata de un grupo de jerarcas de la Iglesia Católica en actitud de postración por alguna razón. Parece que no estuvieran acostumbrados porque la alineación es bastante desigual, como si se hubieran echado al suelo de forma desordenada; por cierto, uno de ellos permanece en pie, como si dudara de su decisión de no seguir a sus colegas, o quizás se pregunte que hacen los demás en el suelo, aunque puede que permanezca en pie debido a sus achaques; el suelo parece estar tan limpio como una patena (recipiente para depositar las hostias durante el ritual de la misa) de forma que ello no puede ser una razón para no postrase. En la imagen se observa un público que asiste de manera complaciente unos e indiferentes otros y una cámara de TV para hacer que la imagen llegue a todos los lugares, como así ha sido. 

Pues la razón de tal postura es para mostrar la vergüenza que el arzobispo de Granada, reconocible por el casquete púrpura que lleva en la cabeza, siente por un caso de abuso a al menos un menor por parte de un grupo de sacerdotes que formaban parte del llamado “clan de los Romanones”, mas cercano a los vicios mundanos que a las virtudes cristianas. La noticia salta a la prensa porque la victima, ya adulta, escribe al Papa de Roma y éste le responde por vía telefónica para sorpresa del remitente de la misiva.

El incauto arzobispo no tenía ni la menor idea de lo que ocurría en su diócesis, o quizás hacia la vista gorda. Se ha enterado por la prensa, maldita sea con estos periodistas. La cuestión es que el citado arzobispo se siente aturdido, no es para menos, un alto representante de Dios en la Tierra se ve en la tesitura de afrontar un problema, cuando su misión es vivir digna y tranquilamente en su palacio y situar la mano a la altura conveniente para que sus pastores puedan besarle el anillo episcopal. Pasados unos días, sin saber como actuar, pide perdón y aleja, pero no mucho, a los sacerdotes pedófilos de su parroquia. ¡Pero que perdón, lo que ha de pedir es justicia! No, la Iglesia nunca pide justicia, con el perdón basta, uno se arrepiente, o no, y el  otro perdona y basta. A pasar pagina.

Pero el asunto coletea y al arzobispo se le ocurre que tras pedir perdón ha de humillarse tirándose a suelo, pidiendo previamente a sus colegas de oficio que le acompañen en la tarea, salvo aquel de la foto que se resiste. Si alguien sabe que ha pretendido el arzobispo con esta actitud que lo manifieste.

A estas alturas el caso fue denunciado ante la Justicia, además de ante Dios, y fue aquella y no éste quien ha ordenado detener a cuatro de los implicados, uno de ellos seglar profesor de religión. Muchos otros han sido llamados a declarar y el arzobispo debe estar temblando por si es llamado igualmente a testificar ante la justicia. ¡Que cruz! Y que tiempos aquellos en que la impunidad campaba por los recintos religiosos. Como atreverse nadie a inmiscuirse en los asuntos de la Iglesia y de sus pastores; los demás son ovejas y como tales han de comportarse.

Si muchos mas jóvenes perdieran el miedo a denunciar los abusos cometidos con ellos en la niñez muchos pederastas eclesiásticos y encubridores saldrían a la luz. De momento hay un segundo joven que se ha atrevido a denunciar.    



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