martes, 19 de agosto de 2014

LEVITICO: ¿Quién perdona los pecados de Dios?

NT (texto bíblico): Sed santos porque santo soy yo. Tema cada uno a su padre y a su madre y guardad mis sábados. No vayáis tras los ídolos. Cuando ofrezcáis a Yavé un sacrificio pacifico, la victima será comida el día de su inmolación o al día siguiente, si alguno comiere al tercer día, será una abominación, el que lo haga contraerá reato y será borrado de en medio de su pueblo (Lev 19.1-8).

Cuando hagáis la recolección, no segaras hasta el límite extremo de tu campo, ni recogerás las espigas caídas, ni recogerás la fruta caída, lo dejaras para el pobre y el extranjero (Lev 19.9-10).

CM (comentarios): Yavé se considera a si mismo santo, libre de toda culpa, lo que entra en la lógica del creador, ante quien los humanos, el ultimo fruto de su creación, han de expiar los pecados. ¿Ante quien tendría que expiar Yavé sus propios pecados? ¿Ante quien o qué tendría que rendir cuentas? No hay nada ni nadie superior a él, por consiguiente no cabe suponer sino que esta exento de culpa. Por tanto, aquellos actos cometidos por Yavé y relatados en los textos bíblicos, que puedan ser considerados como delictivos, genocidios en algunos casos, están exentos de culpa por estar sujetos a la exclusiva perspectiva de la divinidad; imposible de comprensión por parte de los miserables seres que habitamos la Tierra.

Yavé es santo y su pueblo debe imitarle, sedlos vosotros también. Extraña forma de entender la santidad.

Mandata Yavé que no se vaya detrás de los ídolos. Es exactamente lo contrario que hacen los católicos, tan seguidores de la Sagradas Escrituras, en donde según ellos está contenida la palabra de Dios, cuando adoran a tantas imágenes, reproducciones en diferente formato del Dios Padre o de su hijo encarnado, de la madre del Hijo, representada en una variedad casi infinita de imágenes de diferentes nombres, tamaños y colores, envueltas en vestidos de diseño variado según el lugar o el motivo de las celebraciones. La imaginaria religiosa cristiana es objeto de veneración y de rituales, que, lejos de la búsqueda de la santidad, entroncan más con la tradición pagana y el folclore.   

De nuevo, y aunque no viene a colación, introduce el escritor bíblico una anotación mas del sacrificio ya considerado en los textos anteriores, lo que muestra esta obsesión enfermiza por el sacrificio de animales y su ofrenda al nunca saciado Yavé. Quien coma de la carne sacrificada al tercer día habrá profanado lo consagrado a Yavé y una vez más, será borrado de entre su pueblo. Lo importante no es advertir de un posible mal estado de la carne, putrefacción incipiente o avanzada, con el consiguiente perjuicio para la salud del comensal, sino dejar constancia, en todo momento, del temor al castigador Yavé. 
  
Acaban estos párrafos con un acto realmente bondadoso, caritativo, novedoso hasta ahora, como dejar parte de la cosecha en los campos, con objeto de que los pobres y extranjeros puedan alimentarse. La Biblia reconoce la existencia de pobres, no estamos seguros de si estos pobres son pobres israelitas o se refiere a aquellos que deambulan por los campos recogiendo los frutos de las cosechas ajenas para sobrevivir.


Continúa Yavé estableciendo su código de conducta, de obligado cumplimiento para su pueblo elegido o dicho de otra forma su Estado teocrático.

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