lunes, 25 de febrero de 2013

EXODO: Las diez plagas (III)


NT: Séptima plaga. De nuevo Yavé se dirige a Moisés y le encarga que se dirija al faraón y le diga en su nombre: “así habla Yavé, el Dios de los hebreos: Deja ir a mi pueblo a que me sacrifique, porque esta vez voy a desencadenar todas mis plagas contra ti, contra tus servidores y contra tu pueblo, para que sepas que no hay otro como yo en toda la tierra. Si yo hubiera tendido mi mano y te hubiera herido con la peste, tu y tu pueblo habríais desaparecido de la tierra; pero te he dejado con vida para que por ti brille mi poder y mi nombre sea celebrado en toda la tierra” (Ex.9.13-16).

CM: Aquí tenemos al autentico Dios mostrando sus infinitas facultades, entre ellas la extrema soberbia. Pero vayamos por parte:

Así es como habla el Dios de los hebreos. El mismo manifiesta ser en exclusiva el Dios de los hebreos, no es de los egipcios, ni el de los mesopotámicos, asirios, caldeos y otros pueblos que también existían por aquellos tiempos, así pues, si nos hay mas que un Dios creador del cielo y de la tierra y este es solo Dios de los hebreos, el resto de los humanos son seres sin Dios, o sea ateos, o hay que ser hebreo para tener a Dios. Entonces ¿Qué hace el resto de la humanidad, creyendo en este Dios que no se considera su Dios? O bien existen otros Dioses para estos otros seres, en cuyo caso ¿Quién es el autentico creador? O, quizás, lo mas probable es que este Dios de la Biblia no es el verdadero Dios o Dios no existe, salvo en las mentes frágiles de los humanos, temerosos de perder la prometida gloria celestial.

El poderoso Dios ha de mostrar que no hay en la tierra otro como Yo, claro, que en esta época se pensaba que la tierra era lo existente y las estrellas no eran sino puntos luminosos puestos ahí arriba para iluminarnos de noche. De haberse conocido que lo entonces conocido no es sino una parte insignificante del universo conocido hoy día, con millones de nebulosas y galaxias en donde mueren y nacen nuevas estrellas, Yavé habría dicho que no hay otro como él en el universo. Y ¿hubiera dedicado tanto tiempo a enviar mensajes a un simple humano, por muy faraón que fuese, perdido en una galaxia entre millones de ellas, en un sistema solar entre millones de millones y en un planeta poblado entre otros muchos, que con toda seguridad deben existir con seres inteligentes, aunque tengamos serias dificultades para conectar con ellos? O quizás este Dios no ha creado todo este universo inmenso que hoy conocemos, gracias, no a Dios, sino a los hombres, seres inteligentes que a lo largo de siglos, superando las limitaciones impuestas al pensamiento por las religiones, han pensado libremente, han razonado metódicamente a cerca de los orígenes del universo, han desarrollado técnicas e instrumentos de investigación, han descubierto las razones del movimiento, de la caída de los cuerpos, han conseguido escapar de la gravedad y abandonar la tierra para desentrañar los supuestos misterios que nos envuelven.

Sea como fuere, Dios necesita mostrar su inmenso poder, aunque para ello tenga que sembrar el mal en la tierra. Parece que es clemente de alguna manera, puesto que podía haber extendido su mano y haber llevado la peste y con ello la mortandad y todo el pueblo egipcio habría desaparecido de la tierra, sin embargo no lo hizo y encargo a Moisés y Arón que hicieran un trabajo, muy digno por cierto, pero menos exterminador.

Sin embargo esta aparente clemencia no es tal, puesto que deja vivir al pueblo egipcio para que brille su poder y su nombre sea celebrado en toda la tierra. Es decir, que si todo el pueblo egipcio hubiera muerto por la peste, Yavé no podría haber brillado como Dios. Por consiguiente no actúa por clemencia sino por pura soberbia, lo que en principio no esta previsto que fuese un atributo de Dios.

¿Qué pensarán los egipcios, de religión mahometana, de estos pasajes bíblicos, en los que son tan odiados por este Dios en que no dejan de creer?

NT: Tras las primeras palabras de Yavé a Moisés, le anuncia la consistencia de esta séptima plaga, una granizada tan fuerte como no la hubo jamás en Egipto y morirán cuantos hombres y animales estén en el campo (Ex. 9.18-19). Yavé llovió granizo sobre la tierra de Egipto y mezclado con el granizo cayo fuego (Ex. 9.24).

CM: Toda la tierra quedo inundada de granizo, los árboles destruidos, las plantas machacadas, una verdadera catástrofe. El lino y la cebada también habían sido destrozadas aunque no el trigo por ser tardíos (Ex. 9.31-32). Quines no pudiera refugiarse del granizo habrían muertos, como también los animales que no fuesen puestos bajo cobijo. Estuvo lloviendo y granizando hasta que el faraón llamo a Moisés y Arón para suplicarles que cesara la lluvia y dejaría partir al pueblo de Israel, pero no se especifica cuantos días permaneció la granizada ni los males que causo, pero de cierto una hambruna de envergadura suficiente para que muriesen miles de personas. Tampoco especifica nada el libro sagrado sobre las consecuencias de las incidencias provocados por los rayos y truenos que caían del cielo, por mandato divino.

Por supuesto que en la tierra de Gosen, habitada por los protegidos de Dios, no cayo ni gota de agua. Cabria suponer, que ante tanta desgracia entre el pueblo egipcio, los israelitas, libres de tantos males debían vivir en la opulencia, quizás estuvieran en condiciones de hacerse cargo con el control de la economía egipcia y de haber tomado el poder político.

Como todavía no hemos llegado a la décima y ultima plaga, debemos suponer que ante esta desgracia y después del ruego del faraón, el corazón de éste no solo no se ablando, sino que acabada la granizada endureció su corazón y no dejo salir al pueblo de Israel tal, como había prometido y era el deseo de Dios. Así mismo ocurrió.
  NT: Octava plaga. Volviole Yavé a hablar a Moisés: “Ve al faraón, porque yo he endurecido su corazón y el de sus servidores, para obrar en medio de todas estas señales, para que cuentes a tus hijos y a los hijos de tus hijos cuan grandes cosas hice yo entre los egipcios y que prodigios obré en medio de ellos y sepáis que yo soy Yavé” (Ex. 10.1-2).

CM: Es suficientemente elocuente. He endurecido el corazón del faraón para poder hacer lo que he hecho, o sea, para tener una justificación de lo realizado. Se siente orgulloso y dichoso de su obra, que lo sepa todo el mundo, los presentes y los por venir, porque yo soy Dios. Tiene este Dios un cierto aire de mafioso, lleva a cabo una acción y la muestra a todos para que sepan lo que es capaz de hacer, de esta forma impone su poder mediante el miedo y así seguirán sus directrices, puro terrorismo.

NT: Moisés y Arón se presentan de nuevo ante el faraón y le dijeron: “así habla Yavé, el Dios de los hebreos: ¿Hasta cuando no querrás someterte a mi? Deja ir a mi pueblo para que me sacrifique. Si te resistes y no quieres dejarle, mañana traeré sobre tu territorio la langosta” (Ex. 10.3-4). Que cubrirá toda la tierra, sin que se vea nada en ella y devorara lo salvado del granizo y llenaran las casas (Ex. 10.5-6).

CM: De nuevo la amenaza de Yavé, que sabe que se cumplirá, así que lo poco que quedo en los campos tras la inmensa granizada, el trigo, que aún no esta madura, pereció, como el resto de árboles y productos del campo. El faraón que llamo de nuevo a Moisés y Arón para dejarles marchar y hacer que la amenaza no se cumpliera, cuando supo que debían ir todos, hombres y mujeres, ascendentes y descendientes y todo su ganado, vamos con intención de no dejar nada, el faraón entendió que actuaban con maldad y los expulso de su presencia (Ex. 10.9-11).

Las langostas a millones esperaban pacientemente la decisión del faraón, para actuar o marcharse con viento fresco. Cuando supieron que el faraón rechazo la octava petición de exilio del pueblo judío, se dispusieron a actuar a la mañana siguiente, siguiendo las indicaciones de algún ángel enviado por Yavé.  Fueron tantas langostas que el cielo se oscureció, hambrientas como estaban, devoraron todas las hierbas del campo, los frutos de los árboles y no quedo absolutamente nada, todo desértico, estéril, vacío. Hambruna total para todo el pueblo egipcio, incluido el faraón y toda su corte, familiares, consejeros, servidores, escribas. Ciertamente esto habría ocasionado la desaparición de Egipto, se trata de un siniestro total y la Biblia no menciona en ningún momento que el pueblo hebreo se apiadara de los egipcios y les diera algo de sus alimentos, puesto que ellos no fueron afectados por las langostas, que sabían perfectamente que tierras debía asolar y cuales no. Cuando el faraón se arrepintió de su error era ya demasiado tarda, así que hecho el mal volvió a endurecer su corazón, pensaba que a Yavé no le quedaban mas ases en la manga. Estaba equivocado como bien sabemos. Las langostas, una vez concluida con su labor exterminadora, fueron precipitadas por Yavé al mar Rojo y hartas de tanto comer sirvieron a su vez de comida para los peces. Menos mal que desaparecieron, porque de lo contrario hubieran supuesto un peligro para el resto de pueblos que poblaban la tierra, a los que Yavé parece ignorar, tan preocupado como esta de su pueblo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario