viernes, 10 de julio de 2015

NUMEROS: Derechos de primogenitura y financiación

NT (texto bíblico): Dijo Yavé a Arón: Tú y tus hijos tendréis el cuidado del santuario y del altar… ejerceréis el sacerdocio… Te encomiendo también la guarda de mis ofrendas…  las comeréis en lugar santísimo… (Num. 18.1-14).

CM (comentarios): Yavé se dirige esta vez directamente a Aron, y no a través de Moisés como es su costumbre, para ratificarle una vez más a él como sumo sacerdote y a su linaje como casta sacerdotal, que vivirán, según parece desprenderse de estos textos, de las ofrendas que den los israelitas de las cuales se alimentaran. 

NT: Continúa Yavé hablando a Arón: Todo primogénito de toda carne, así de los hombres como de los animales que han de ofrecer a Yavé será tuyo. Harás rescatar los primogénitos de los hombres y de los animales impuros. Harás que sean rescatados cuando tengan un mes, y según tu estimación, en cinco siclos de plata, pero no aceptarás rescate por el primogénito de una vaca, de una oveja, ni de una cabra; serán cosas santas… (Num. 18.15-19).    
Continua Yavé: doy como heredad a los hijos de Leví todos los diezmos, por el servicio que presta. Los hijos de Israel no han de acercarse ya más al tabernáculo, no lleven sobre si su pecado y mueran. Serán los levitas los que harán el servicio… Después Yavé dice a Moisés: diles a los levitas que de las décimas que reciba de los hijos de Israel, una décima de ellas será para ofrenda a Yavé… (Num. 18.20-32).

CM: En este extenso relato Yavé establece unos derechos de primogenitura sobre los hombres y los animales no sagrados, a razón de cinco siclos de plata, a juicio de los sacerdotes, entendemos que revisables con los años en función del coste del dinero. Y a continuación se establece la parte de los bienes con los que los israelitas han de contribuir para el mantenimiento de la casta sacerdotal, en total una décima parte de sus ganancias. Es el impuesto religioso, que ha perdurado durante tantos siglos y sigue vigente aun en nuestros días; aunque en forma de aportación del Estado a la financiación de las Iglesias, sin que éstas dispongan de sus propios medios de recaudación.   

La Iglesia Católica ha sabido hacer uso de estas prerrogativas concedidas por Yavé a la casta sacerdotal para hacer una extraordinaria fortuna acumulada a través de los siglos precedentes por la vía de los diezmos y las llamadas indulgencias, gracia a las cuales y mediante el pago de una determinada cantidad de dinero a la Iglesia, ésta concede al pagador la remisión de sus pecados y un lugar preferente para alcanzar el “reino de los cielos”. Una forma de chantaje emocional basado en el miedo, en el temor, en el terror de pensar que tras la vida terráquea le esperase una condena al fuego eterno; trauma con el que las religiones monoteístas han tenido subyugadas las conciencias de millones y millones de seres humanos a lo largo de los últimos dos mil años de esclavitud intelectual.

No pagar la décima parte de los beneficios obtenidos, por pobre que se fuese, era considerado en la Edad Media un agravio a la Iglesia y un riesgo para la condena eterna, de forma que más valía ser un poco mas pobre en la tierra que abrazado en el mas allá. Y, respecto de las indulgencias, naturalmente se trataba en exclusiva de un negocio de la Iglesia con los de mayor fortuna, aquellos mortales, que tan ignorantes como los anteriores, disponían de posibles económicos para poder comprar un lugar en el paraiso celestial.

Para la Iglesia Católica, al menos, conciencia y dinero siempre fueron de la mano, la mala conciencia puede redimirse con una sustanciosa aportación a la Iglesia Católica, ávida de poder económico, y político, no en balde los poderes civiles vienen con el sello de la autoridad concedida por el todopoderoso, cuya representación en la Tierra ostenta la casta sacerdotal cuyo máximo exponente es el Papa de Roma, sumo sacerdote y jefe del Estado Vaticano, órgano director de los múltiples instrumentos de adoctrinamiento religioso y de recaudación de fondos, en ambos casos por los caminos que fuesen, ya sean lícitos o ilícitos.            

NT: Continuo Yavé: Que traigan una vaca roja sin defecto y que no haya todavía llevado el yugo sobre sí. Relata a continuación el ritual del sacrificio y reitera en la impureza de quienes se acercan a un muerto y la  purificación con agua lustral (Num. 19.1-22).

CM: Por fortuna hoy no se sacrifican reses ante ningún altar, si tal cosa se  hiciese seria considerado como un ritual satánico. Sin embargo se simula otros actos de carácter más virtual como la conversión del pan en el cuerpo de Cristo y del vino en su sangre. Pero esto no es considerado demoníaco, sino angelical y divino. Como también lo es la purificación a través del agua bendecida en las pilas de las iglesias cristianas, quizás como recuerdo del agua lustral, en la que se apagaban las cenizas fruto de los sacrificios, a la que hace mención Números en los versículos anteriores.


Las religiones siguen conservando sus ritos, quizás suavizados con el avance de las costumbres, pero tan irracionales como antaño.

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