¿Pero que hacen esos señores
tirados en el suelo con esos ropajes? Dado que vivimos en una sociedad
impregnada de siglos de ortodoxia y rituales cristianos, podemos deducir que se
trata de un grupo de jerarcas de la Iglesia Católica en actitud de postración
por alguna razón. Parece que no estuvieran acostumbrados porque la alineación es
bastante desigual, como si se hubieran echado al suelo de forma desordenada;
por cierto, uno de ellos permanece en pie, como si dudara de su decisión de no
seguir a sus colegas, o quizás se pregunte que hacen los demás en el suelo,
aunque puede que permanezca en pie debido a sus achaques; el suelo parece estar
tan limpio como una patena (recipiente para depositar las hostias durante el
ritual de la misa) de forma que ello no puede ser una razón para no postrase.
En la imagen se observa un público que asiste de manera complaciente unos e
indiferentes otros y una cámara de TV para hacer que la imagen llegue a todos
los lugares, como así ha sido.
Pues la razón de tal postura es
para mostrar la vergüenza que el arzobispo de Granada, reconocible por el
casquete púrpura que lleva en la cabeza, siente por un caso de abuso a al menos
un menor por parte de un grupo de sacerdotes que formaban parte del llamado “clan
de los Romanones”, mas cercano a los vicios mundanos que a las virtudes
cristianas. La noticia salta a la prensa porque la victima, ya adulta, escribe
al Papa de Roma y éste le responde por vía telefónica para sorpresa del
remitente de la misiva.
El incauto arzobispo no tenía ni
la menor idea de lo que ocurría en su diócesis, o quizás hacia la vista gorda.
Se ha enterado por la prensa, maldita sea con estos periodistas. La cuestión es
que el citado arzobispo se siente aturdido, no es para menos, un alto
representante de Dios en la Tierra se ve en la tesitura de afrontar un
problema, cuando su misión es vivir digna y tranquilamente en su palacio y
situar la mano a la altura conveniente para que sus pastores puedan besarle el
anillo episcopal. Pasados unos días, sin saber como actuar, pide perdón y aleja,
pero no mucho, a los sacerdotes pedófilos de su parroquia. ¡Pero que perdón, lo
que ha de pedir es justicia! No, la Iglesia nunca pide justicia, con el perdón
basta, uno se arrepiente, o no, y el
otro perdona y basta. A pasar pagina.
Pero el asunto coletea y al arzobispo
se le ocurre que tras pedir perdón ha de humillarse tirándose a suelo, pidiendo
previamente a sus colegas de oficio que le acompañen en la tarea, salvo aquel
de la foto que se resiste. Si alguien sabe que ha pretendido el arzobispo con
esta actitud que lo manifieste.
A estas alturas el caso fue
denunciado ante la Justicia, además de ante Dios, y fue aquella y no éste quien
ha ordenado detener a cuatro de los implicados, uno de ellos seglar profesor de
religión. Muchos otros han sido llamados a declarar y el arzobispo debe estar
temblando por si es llamado igualmente a testificar ante la justicia. ¡Que
cruz! Y que tiempos aquellos en que la impunidad campaba por los recintos
religiosos. Como atreverse nadie a inmiscuirse en los asuntos de la Iglesia y
de sus pastores; los demás son ovejas y como tales han de comportarse.
Si muchos mas jóvenes perdieran
el miedo a denunciar los abusos cometidos con ellos en la niñez muchos
pederastas eclesiásticos y encubridores saldrían a la luz. De momento hay un
segundo joven que se ha atrevido a denunciar.
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