NT (texto bíblico): Narra el caso de alguien que
blasfemo y Yavé pide a Moisés que exponga al blasfemo ante la asamblea para que
ésta le lapide. A continuación sentencia Yavé: quien blasfemare el nombre de
Yavé será castigado con la muerte; extranjero o indígena, quien blasfemare el
nombre de Yavé morirá (Lev 24.10-16).
CM (comentarios): Quizás quien escribiera estos
textos debiera ser igualmente lapidado como lo fue aquel blasfemo, sometido a
la ira de los fieles del Dios terrible, cruel y despiadado que nos dibuja la
Biblia, un Dios que debería ser exterminado por los hombres y mujeres que
poblamos la tierra, por nuestro propio bien, puesto que es solo el temor a este
supuesto Dios todopoderoso lo que justifica la creencia en él. Es el temor
originario y trasmitido a través de generaciones hacia ese Dios creador del
cielo y de la tierra, de todos los seres vivientes y del hombre, gravado en las
mentes infantiles desde las escuelas, lo que da consistencia a la creencia en
su existencia.
Las religiones han alimentado la
idea del Dios creador, omnipotente y omnisciente y de una vida después de la
muerte, en la que quienes han cumplido con los preceptos de los sacerdotes,
como embajadores de Dios, la tendrán en la forma de recuperación del paraíso
perdido mientras que quienes hayan sido indignos de Dios penaran sus pecados
eternamente, en un mundo infernal y sin posibilidad de redención. Ante este
panorama cuan difícil se hace abandonar las creencias, ¿Como renegar del Dios
cruel si esto me supone la condena eterna? Cuanta habilidad para retener en la
ignorancia a la mayoría de los mortales y conseguir con ello la sumisión al
poder establecido.
NT: Quien hiera a otro
mortalmente morirá. Al que maltrata a su prójimo se le hará como el ha hecho,
ojo por ojo, diente por diente, quien matare una bestia, páguela (Lev
24.17-23).
CM: Así pues quien corta una mano
al prójimo sabrá que su mano también será cortada y que cada mal que haga lo
pagara de la misma forma, incluida su muerte. Debemos entender que aquellos
países en los que no esta establecida la pena de muerte, que no condenan con la
muerte al asesino, están alejados de la Biblia, incumplen las leyes del gran
legislador que fue Yavé. Últimamente sabemos poco de él, son tan escasas, por
no decir nulas, las muestras que da de su existencia. Quizás esta entretenido
en crear esos nuevos universos paralelos que la ciencia nos pretende hacer
creer.
NT: Seis años sembraras tu campo
y seis años vendimiaras tu viña, pero el séptimo año será un sábado de descanso
para la tierra, en honor de Yavé (Lev 25.1-7).
CM: Los siete días de la
creación, como decíamos anteriormente, han llegado hasta nuestros días incluido
el día del descanso laboral. La lucha sindical consiguió en el siglo XIX librar
un segundo día durante la semana de siete. Pero Yavé no solo quiere otorgar ese
descanso a los humanos sino también a la tierra, creando así la sabia costumbre
de dejar la tierra en barbecho durante un periodo para su propia recuperación y
que vuelva a dar los mejores frutos.
Solo que Yavé es bastante
cuadriculado y no ofrece opciones en base a la calidad de la tierra y el tipo
de cultivos y deja a los agricultores condenados al séptimo año, que será año
sabático. Pero Yavé es previsor y resolverá el problema en los versículos
siguientes.
NT: Santificareis el año
cincuenta y pregonareis la libertad por todo la tierra. Será para vosotros
jubileo y cada uno de vosotros recobrará su propiedad. En ese año jubilar
volverá cada uno a su posesión. Comprareis a tu prójimo conforme a los años transcurridos
después del jubileo. Cumplid mis leyes y viviréis seguros en la tierra. ¿Qué
comeréis el año séptimo? Yo os mandare mi bendición el año sexto y producirá
frutos para tres años, sembrareis el octavo año y comeréis de la cosecha añeja
(Lev 25.8-22).
CM: El último párrafo podría
haberlo escrito el escritor en los apartados anteriores, pero ha debido
considerar mejor incluirlo aquí o quizás sea fruto de la improvisación o del
descuido. En todo caso, no se preocupe el agricultor para el año séptimo en que
el campo quedará en barbecho, porque la milagrosa generosidad de Yavé hará que,
contra viento y marea, con independencia de las inclemencias del tiempo, ya
sabemos que la cosa del campo esta muy sujeto a los caprichos de la naturaleza,
los campos triplicaran la cosecha. Así podrán los campesinos disfrutar de un
año sabático, dedicarse a orar y dar gracias a Yavé por sus bendiciones.
¿Estará Yavé dispuesto a mantener
su promesa a lo largo de los ciclos venideros, de los siglos y milenios que la
humanidad tiene por delante? ¿Tendrá en cuenta las nuevas formas de cultivo? Es
probable que Yavé nunca confiara en la capacidad de los humanos, los seres que
el mismo creo, para rediseñar su futuro, para revolucionar las costumbres, los
ritos, para crear nuevos objetos y establecer nuevos modelos de relación entre
ellos, nuevas formas de convivencia, que pudiera domesticar animales para su
propio beneficio, conseguir nuevos frutos e sobre todo comenzar a desentrañar
los códigos por los que se rige la naturaleza.
Tal como en esas novelas de
ciencia ficción en las que los robots creados por los humanos se revelan contra
su creador, el hombre se ha revelado contra Dios y llega a negar a su presunto
creador. Dios no creyó en el hombre y éste le paga con su descreencia.
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