NT (texto bíblico): Si mientras riñen dos
hombres, la mujer del uno, interviniendo para librar a su marido de las manos
del que le golpea, agarrase a éste por las partes vergonzosas, le cortaras las
manos sin piedad (DEU. 25.11-12).
CM (comentarios): Que ocurrencias tiene Yavé,
que en caso de pelea entre dos hombres a la mujer de uno de ellos se le ocurra
agarrar los testículos del otro para defender a su marido. Quizás fuera
costumbre en aquellos tiempos, antes de que a Yavé le diera por legislar con
tanto detalle y esmero, pero, si así fuera, la costumbre debió desaparecer en
seguida pues a ninguna mujer le merecería la pena dejar las manos en el empeño
por defender a su marido de una riña entre hombres, ni tampoco al propio
marido, ¿que haría con una mujer sin manos?
A partir de esta ley, tan bien razonada por Yavé, es de suponer que
cualquier mujer que pretendiera defender a su marido utilizara otras mañas bien
diferentes a las de tocar órganos tan reservados a la mujer de cada uno.
NT: No tendrás en tu bolso pesa
grande y pesa chica. Tendrás pesas cabales y justas y efás cabales y justos,…
Porque es abominación para Yavé… Cuando Yavé, tu Dios, te de el reposo,
librándote de todos tus enemigos, en la tierra que El te dará en heredad, para
que la poseas, extinguirás la memoria de Amalec, que te asalto en el camino de
venida de Egipto (DEU. 25.13-19).
CM: Dios justo y rencoroso,
abomina de lo contrario a su moral, pero es abominable en si mismo. Es enemigo
quien ocupa las tierras que él esta dispuesto a arrebatar aniquilándolos sin
más, por voluntad o capricho, sin que el pueblo de Israel se la haya pedido. Es
Yavé quien declara la guerra a los pueblos en su camino tortuoso hacia la
“tierra prometida”, él decide quienes son sus enemigos, el dios guerrero,
exterminador, aniquilador, el dios que marca la pauta para los crímenes de
religión, las guerras santas contra los infieles que se han llevado a cabo en
la corta historia de la humanidad, genocidios sin penalización, crímenes sin
condenas, terror e iniquidad.
NT: Cuando hubieres entrado en la
tierra que Yavé te da por heredad, tomarás parte de las primicias de todos los
productos de tu suelo… Te presentarás al sacerdote quien recibirá la cesta y la
pondrá delante del altar y dirás: “Un arameo errante fue mi padre, y bajó al
Egipto para peregrinar y allí creció hasta hacerse gran muchedumbre, de mucha y
robusta gente. Afligieronse los egipcios y nos persiguieron, y clamamos a Yavé,
que nos oyó y miro nuestra humillación, nuestro trabajo y nuestra angustia, y
nos saco de Egipto con mano poderosa y brazo tendido, en medio de gran pavor,
prodigios y portentos, y nos introdujo en éste lugar, dándonos una tierra que
mana leche y miel. Por eso ofrezco ahora las primicias de la tierra que Yavé me
ha dado”. Te regocijarás con los bienes que Yavé, tu Dios, te ha dado. Al año
tercero, darás de ella al levita, al peregrino, al huérfano y a la viuda para
que coman y se sacien, y se lo dirás a Yavé… Yavé manda que pongas por obra
estos preceptos y mandatos. Hoy has prometido seguir los caminos de Yavé,
guardar sus leyes, sus mandamientos y obedecer su voz. El te ha dado, sobre
todas las naciones, la superioridad en gloria, en fama y en esplendor. (DEU. 26.1-18).
CM: Recogido los frutos de la
cosecha se ha de dar gracias a Dios, porque son bienes conseguidos gracias a
Yavé, y no al trabajo desarrollado por los hombres, al cuidado y preparado de
la tierra. Para el dios de judíos, cristianos y musulmanes, el hombre le debe su
existencia y por consiguiente ha de estar sometido a sus designios, lo bueno
debe ser objeto de agradecimiento al dios venerado y lo malo, los desastres,
las calamidades, el hambre, la miseria, es lo que el hombre ha de pagar por su
desobediencia, por su perversidad. Es lamentable que, aún en nuestros tiempos,
las personas creyentes siguen haciendo ofrendas a su dios por las dichas en la
vida o por el atenuamiento de los males, y ruegue clemencia cuando la desgracia
asola a su familia o a ellos mismos. Siguen confiando en que su dios se
preocupa individualmente de cada uno de ellos y escucha y tiene en cuenta sus
plegarias, y temiendo que al ser incumplidor de los mandatos divinos, le llene
de desgracia, de males, aunque él no logre adivinar en que momento desobedeció
o incumplió; es como ser condenado y no saber la causa. Pero, ante la
desgracia, siempre queda la caridad, ese instrumento de acallamiento de las
conciencias.
NT: Moisés se dirige al pueblo:
“Guardad todo el mandamiento que yo os prescribo hoy”. Cuando hayáis pasado el
Jordan, levantarás grandes piedras y escribirás en ella todas las palabras de
esta Ley… Alzarás un altar a Yavé y le ofrecerás sacrificios pacíficos… (DEU.
27.1-10).
CM: Párrafo que se alarga de
forma reiterativa para recalcar la palabra de Dios, la necesidad de honrarle y
ofrecerle sacrificios, de levantar un lugar en el que adorarle, de deberle
obediencia y cumplir con los mandamientos por él establecidos. El pobre Moisés,
sin fuerzas para sostenerse sigue dando las últimas instrucciones antes de
atravesar el río, momento en que ya habrá desaparecido para siempre, pero
inmortalizado en estos textos que han marcado la historia de la humanidad.
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