NT (texto bíblico): Moisés habla al pueblo y
ordena que los levitas alzaran la voz y dirán a todos los hombres de Israel:
Maldito quien haga escultura o imagen fundida, pues será abominación. Todo el
pueblo responderá: Amén. (DEU. 27.11-26).
CM (comentarios): Y así hasta 12 maldiciones,
maldito quien deshonre a sus padres, quien reduzca los términos de su prójimo,
quien equivoque al ciego, al extranjero, a la viuda, a quien yace con la mujer
de su padre, con una bestia, con su hermana, con su suegra, quien hace mal al
prójimo, quien mata por dinero y finalmente quien no cumpla con la ley de Yavé.
Todas las maldiciones acaban con la respuesta colectiva y unánime del pueblo:
Amén, respuesta de sumisión, de aprobación absoluta, de fe ciega, de
humillación al absolutismo religioso. La mayoría de las maldiciones están
cargadas de lógica por tratarse de defender comportamientos intrínsecos a la
naturaleza humana, al menos a la mayoría de los humanos, aquellos que no están
dominados por la perversidad; aunque no parece que los autores bíblicos se
preocupen lo más mínimo por los comportamientos incestuosos inherentes al
fenómeno de la creación de Adán y Eva.
Pero recreándonos en la primera
de las maldiciones, la referida a la adoración de imágenes, abominación ante
Yavé, habríamos de concluir en que la religión mayoritaria en el planeta, el
cristianismo, que tiene sus orígenes en el judaísmo y consiguientemente en el
Antiguo Testamento, mezcla de monoteísmo y politeísmo (tres dioses en uno),
tiene sus templos repletos de imágenes de su dios hijo en múltiples formas, de
infinitas representaciones de la madre virginal de ese dios humanizado,
imágenes de santos varones y santas vírgenes venerados y veneradas como
conseguidores y conseguidoras de favores individuales y colectivos. En suma,
una abominación para Yavé, dios de los judíos, de los cristianos y de los
musulmanes entre otros, por lo que deben ser castigados.
NT: Si de verdad escuchas la voz
de tu Dios,… alcanzaras todas estas bendiciones (DEU. 28.1-15).
CM: Comienza una retahíla de
bendiciones al fruto de los nacimientos (a pesar de que la mujer recién parida
es considerada impura y en mayor cuantía si el fruto de su vientre es una niña)
de los frutos de la tierra, de los animales,… Todas estas bendiciones harán que
el pueblo judío sea temido por los demás pueblos, porque verán en él la
bendición de Yavé. Una vez más el Dios creador de todos los seres, incluidos a
los humanos, sitúa al pueblo de Israel, su elegido, por encima de los demás.
Otorga a ese pueblo dones que niega al resto de pueblos, incluso en ocasiones
procedentes de estos últimos, después de la ocupación de los territorios
prometidos por el injusto Yavé, quien solo pone una condición para tales
privilegios y es el cumplimiento de sus mandatos, el primero de los cuales es
la adoración y la obediencia suprema; pues en caso contrario caerá sobre
quienes lo incumplan una serie de maldiciones.
NT: Maldito serás en la ciudad y
en el campo, maldita será… (DEU. 28.16-19).
CM: La retahíla de maldiciones se
repite, aquello que era bendición es maldito, los hijos, los animales, los
frutos de la tierra. Un mundo sin matices, una aberración de la mente del dios
incapaz de admitir la tolerancia, de ejercitar el perdón, de otorgar una
segunda oportunidad; por el contrario es un dios intransigente, vehemente,
autoritario, inflexible, severo e inclemente.
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