miércoles, 24 de junio de 2015

Pedro Zerolo, activista, defensor de los derechos humanos

El pasado 9 de junio moría en Madrid, victima de un maldito cáncer de páncreas, el activista y concejal socialista Pedro Zerolo, conocido defensor de los derechos humanos y líder del movimiento en defensa de los homosexuales. Gracias a su valentía y a su coraje se debe la ley que en España permite el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Es lamentable que la condición homosexual de muchas personas sea considerada por una parte de la Iglesia Católica como una enfermedad curable gracias a la oración y a unos cursillos de adoctrinamiento religioso (Arzobispo de Alcalá entre otros), cuando no un pecado fruto de un vicio vergonzante (sacerdote Jesús Calvo entre otros). Pero lo que es vergonzante es que todavía en nuestro tiempo existan personas que conciban la enfermedad como un castigo divino, y más grave aún que los medios de comunicación den crédito a tales afirmaciones. Antes de la muerte de Pedro un periodista de un medio televisivo integrista y el citado sacerdote se expresaban en términos poco cristianos (“se merece su enfermedad” “su suerte me trae al pairo” “no cambiaria la vida de mi perro por la suya” en boca del periodista; “no me extraña que se trate de un castigo de la Divina Providencia” “los gays deben ser apartados para no contaminar” en boca del sacerdote).

La muerte prematura no parece ser motivo de consideración ni de piedad cristiana para el sacerdote, quien a preguntas del mismo periodista responde lo siguiente: “Tenían que haber creído en la profecía que yo ya dije, que los pecadores públicos pueden sufrir enfermedades como castigo divino” “los frutos de la virtud y del vicio se siembran aquí, lo que se siembra se cosecha”


El citado sacerdote, como el también anteriormente citado arzobispo de Alcalá y muchos jerifaltes de la Iglesia Católica deberían reconocer que en su seno hay infinidad de homosexuales a los, quienes no somos creyentes, respetamos como seres humanos por encima de su compromiso religioso, pero condenamos, como también debería hacer la propia Iglesia, a quienes atribuyéndose una supuesta autoridad moral sobre los menores de edad abusan de su inocencia y les obliga a practicar sexo marcándole indeleblemente para el resto de sus días. La Iglesia deberá perseguir la pederastia en su seno y ser mas tolerante en el reconocimiento de la condición sexual de cada cual, lo sociedad va por delante de la Iglesia, no va a su compás como en épocas pretéritas, no es ella ni su moral quien marca el comportamiento de las personas, los nuevos modelos de familia no son conformes al concepto de familia cristiana ni falta que hace.

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