El pasado 9 de junio moría en
Madrid, victima de un maldito cáncer de páncreas, el activista y concejal
socialista Pedro Zerolo, conocido defensor de los derechos humanos y líder del
movimiento en defensa de los homosexuales. Gracias a su valentía y a su coraje
se debe la ley que en España permite el matrimonio entre personas del mismo
sexo.
Es lamentable que la condición
homosexual de muchas personas sea considerada por una parte de la Iglesia Católica
como una enfermedad curable gracias a la oración y a unos cursillos de
adoctrinamiento religioso (Arzobispo de Alcalá entre otros), cuando no un
pecado fruto de un vicio vergonzante (sacerdote Jesús Calvo entre otros). Pero
lo que es vergonzante es que todavía en nuestro tiempo existan personas que conciban
la enfermedad como un castigo divino, y más grave aún que los medios de
comunicación den crédito a tales afirmaciones. Antes de la muerte de Pedro un periodista
de un medio televisivo integrista y el citado sacerdote se expresaban en términos
poco cristianos (“se merece su
enfermedad” “su suerte me trae al pairo” “no cambiaria la vida de mi perro por
la suya” en boca del periodista; “no
me extraña que se trate de un castigo de la Divina Providencia” “los gays deben
ser apartados para no contaminar” en boca del sacerdote).
La muerte prematura no parece ser
motivo de consideración ni de piedad cristiana para el sacerdote, quien a
preguntas del mismo periodista responde lo siguiente: “Tenían que haber creído en la
profecía que yo ya dije, que los pecadores públicos pueden sufrir enfermedades
como castigo divino” “los frutos de la virtud y del vicio se siembran aquí, lo
que se siembra se cosecha”
El citado sacerdote, como el también
anteriormente citado arzobispo de Alcalá y muchos jerifaltes de la Iglesia Católica
deberían reconocer que en su seno hay infinidad de homosexuales a los, quienes
no somos creyentes, respetamos como seres humanos por encima de su compromiso
religioso, pero condenamos, como también debería hacer la propia Iglesia, a
quienes atribuyéndose una supuesta autoridad moral sobre los menores de edad
abusan de su inocencia y les obliga a practicar sexo marcándole indeleblemente
para el resto de sus días. La Iglesia deberá perseguir la pederastia en su seno
y ser mas tolerante en el reconocimiento de la condición sexual de cada cual,
lo sociedad va por delante de la Iglesia, no va a su compás como en épocas
pretéritas, no es ella ni su moral quien marca el comportamiento de las
personas, los nuevos modelos de familia no son conformes al concepto de familia
cristiana ni falta que hace.
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