NT: Así continuo Yavé: Por mi
vida, que eso haré con vosotros. De todos vosotros, los que en vuestro censo
fuisteis contados de veinte años para arriba, que habéis murmurado contra mi,
ninguno entrara en la tierra que os prometí. Solo Caleb y Josué. En cuanto a
vosotros, en este desierto yacerán vuestros cadáveres, vuestros hijos erraran
por el desierto cuarenta años, hasta que vuestros cuerpos se consuman en el
desierto. En este desierto se consumirán, en el morirán (Num. 14.28-38).
CM: Yavé se reafirma en su
propósito, lo expone para el conocimiento de todos, para dejar constancia de su
poder y de su crueldad. La muerta será segura después de cuarenta años de
penalidades, si las aguanta. Crueldad sobre crueldad, dios inmisericorde y
vengativo, líder incapaz y fracasado en su empeño.
Solo Caleb y Josué (olvidado en
la mención anterior), convertidos en lideres de su dividido ejercito, gozaran
de los favores de Yavé. El resto, ¿cuantos cientos de miles de personas sufrirán
las penalidades ya descritas? un nuevo magnicidio del creador.
NT: El pueblo quedo desolado y
quiso llegar a la tierra prometida sin la ayuda de Yavé y contra el consejo de
Moisés, pero fueron rechazados por los amalitas y los cananeos (Num. 14.39-45).
CM: No es de extrañar que, ante
el futuro de una muerte lenta y segura, los condenados quisieran intentar por
su cuenta una huida hacia delante. Pero ni Yavé, ni los escritores bíblicos
estaban dispuestos a dar ninguna oportunidad de escape a los desconfiados
israelitas. Poco importa ya el futuro de estos desdichados, sino el de las
familias de Caleb y de Josué. Yavé es así, gusta de elegir a modelos para que
los demás le imiten, en contrapartida a quienes se atrevan siquiera a murmurar
o a dudar de él, a pesar de que ven razones de sobra para ello.
NT: Cuando hayáis entrado en la
tierra que yo voy a daros y hagáis a Yavé ofrenda de combustión, holocausto o
sacrificio… (Num. 15.1-31).
CM: Como si nada hubiese pasado,
tras el abandono a una muerte canalla y segura de todos aquellos que se
quejaron y dudaron de Yavé, éste ya esta pensando en el nuevo hogar de los que
quedan y de cómo han de realizarle las ofrendas y sacrificios; según se trate
de buey, oveja o cabrito, siempre en olor grato a Yavé. Y así será para las
siguientes generaciones.
No escatima, el escritor,
numerosos párrafos para describir, una vez más, como han de llevarse a cabo los
sacrificios, sin olvidar que su incumplimiento llevara consigo borrar de en
medio de su pueblo a quien incumpliera.
El narcisismo de Yavé, su ansia
de ser idolatrado no tiene parangón.
NT: Sucedió, que estando los
hijos de Israel en el desierto, encontraron a un hombre recogiendo leña en
sábado. Yavé ordeno: Sin remisión, muera ese hombre. Que lo lapide el pueblo.
Lo sacaron fuera del campamento y lo lapidaron, muriendo como se lo había
mandado Yavé a Moisés (Num. 15.32-36).
CM: El escritor bíblico vuelve a
dar un salto atrás para ejemplarizar un acontecimiento puntual. Un pobre
hombre, por ignorancia o a sabiendas, por necesidad o capricho, o con deseos de
violar la ley sagrada, osó trabajar en sábado, día consagrado a Yavé. Mientras
que Moisés y Aarón lo detuvieron hasta ver que hacer con el desdichado, Yavé no
tuvo duda alguna, despiadado como es, aplico la ley sin paliativos, siendo
condenado a muerte por lapidación.
Este dios, que nada tiene de
bondadoso ni de sabio, dictamina castigos severos sin ni siquiera indagación
alguna y lo hace con total ausencia de piedad o consideración para el reo.
Desgraciadamente, en los tiempos
presentes se siguen imponiendo castigos severos, por ejemplares, siguiendo los
dictámenes de una supuesta ley islámica, que tiene sus orígenes en las llamadas
sagradas escrituras. De forma, que lo que estamos comentando, que podría entenderse
en el contexto de tiempos remotos, aunque no por ello justificable, sigue
siendo extrapolable a algunas sociedades actuales, en los que la ley de Dios
sigue imperando sobre las leyes de los hombres. Lo religioso sobre lo civil.
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