Si nos atenemos a los datos del
CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) y de los diferentes observatorios
de laicidad en cuanto a adscripción religiosa de los españoles podemos concluir
en que hay una tendencia clara hacia la secularización de la sociedad en
detrimento de la práctica religiosa. El 26,3% de la población se declara ya
como no creyente o atea.
Esta tendencia se aprecia también
en el menor cumplimiento por parte de quienes se consideran católicos -el 60,8%
de ellos casi nunca asisten a los oficios religiosos- de los preceptos de su
confesión religiosa, traducida en una menor asistencia a los ritos religiosos
-salvo aquellos caracterizados por una fuerte componente lúdico-festiva, tales
como fiestas patronales, romerías, fiestas navideñas y procesiones con un, cada
vez mayor, componente turístico y por ende económico- y consecuentemente en el
incumplimiento de los sacramentos (matrimonios eclesiásticos, bautizos,
confirmaciones, extremaunciones, penitencias, eucaristías y el propio
sacerdocio). Obvio es decir que son las nuevas generaciones las que más se
distancian de las creencias religiosas y consiguientemente se reproducirían en
las herederas de éstas, de ahí el interés de la Iglesia Católica en imponer la
enseñanza de la religión en los diferentes ciclos educativos.
Este alejamiento de los españoles
respecto de los dogmas y preceptos establecidos por la Iglesia Católica se ha
venido percibiendo desde la consolidación en la sociedad española del divorcio
como realidad social incuestionable o en la existencia de diferentes modelos de
familia, incluida la formada por personas del mismo sexo. De manera análoga
existe una predisposición mayoritariamente favorable a la interrupción
voluntaria del embarazo en los términos actualmente establecidos por la ley de
2010 (ley de plazos) que el Partido Popular no se ha atrevido a modificar por
el rechazo que provocaría en parte de su electorado y al derecho a una muerte
asistida, tal como reflejan igualmente las encuestas aunque no exista
legislación estatal al respecto.
En lo referente a la influencia
de la jerarquía eclesiástica, léase Conferencia Episcopal, las mismas encuestas
reflejan un desacuerdo igualmente mayoritario, incluidos aquellos que se
consideran católicos e incluso que asisten con alguna frecuencia a rituales
religiosos, a la intervención de la Iglesia en los asuntos del Estado, a la
financiación de la Iglesia por parte de éste o a la enseñanza de la religión
católica en los centros públicos y concertados. Es preciso resaltar que estas
opiniones lo son a pesar del oscurantismo existente en todo lo relacionado con
la Iglesia Católica, su financiación, la ausencia de auditorias contables, el
impago de impuestos, la exagerada acumulación patrimonial y la ausencia en los
medios de comunicación masivos de todo aquello que pueda perjudicarle ante la
opinión publica, salvo los últimos casos de pederastia por la dimensión
internacional del asunto.
¿Podemos concluir en que la
sociedad española ha dejado de ser católica, para ser considerada como una
sociedad laica? A tenor de los múltiples estudios y encuestas al respecto, la
respuesta es que sí, o al menos la tendencia es claramente favorable hacia una
sociedad en la que las creencias religiosas no son determinantes en el
comportamiento de las personas, incluidas las que se consideran asimismo como
católicas. Por consiguiente debemos concluir en que una posición por parte de
los poderes públicos mas favorable hacia un laicismo efectivo, hacia un distanciamiento
respecto de lo que podríamos denominar poder religioso no estaría mal visto por
la mayoría de la sociedad española, sino que contrariamente gozaría de un
asentimiento importante tal como lo ha sido cuando se ha legislado en materias
consideradas por la Iglesia Católica como un atentado a la moral y al modelo,
por ellos establecido, de familia y de convivencia.
Si bien es cierto que la mayoría
de los católicos practicantes se adscriben ideológicamente al entorno del
Partido Popular, lo que justificaría que éste partido ejerza como correa de
transmisión de la Conferencia Episcopal –reflejado en las Resoluciones de 11 y
13 de febrero de 2015 para el currículo de la enseñanza de la religión
católica- no seria concebible que el resto de partidos, desde una orientación
de centro a centro-izquierda e izquierda del espectro político, no sea más
determinante en sus programas electorales hacia una mayor separación entre
Iglesia y Estado, cuya consecuencia más inminente seria la derogación de los
acuerdos con la Santa Sede, instrumento nuclear que marca las relaciones del
Estado con la Iglesia Católica y con ello su financiación, la enseñanza de la
religiosa católica, el sostenimiento de lo lugares de culto con fondos públicos,
la presencia de capillas en instituciones publicas y otra serie de privilegios entre
los que se encuentran los de tipo económico y la ausencia del control del
Estado en la actividad de la Iglesia como organización económica y social y
paralelamente la aprobación de una ley de libertad de conciencia más allá de
las limitaciones de la ley de libertad religiosa.
Si esta nueva realidad social
determinada por la conciencia personal y colectiva de los ciudadanos no es
tenida en cuenta por los partidos políticos quedara evidenciada una vez mas la
falta de sintonía de sus dirigentes con la mayoría social ciudadana y su
alineamiento con poderes externos y ajenos al sistema democrático y lo que hoy
es un sentimiento personal y colectivo se puede convertir mañana en una
protesta ciudadana de demanda de un Estado realmente laico.
Ver: Barómetros periódicos del CIS
Anuarios de
laicidad de la fundación Ferrer i Guârdia
Encuesta
Demoscopia para El País (noviembre de 2013)
Observatorio
del pluralismo religioso en España
Acuerdos entre
el Estado Español y la Santa Sede (3 de enero de 1979)
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