No quisiera que alguien se sienta
ofendido por el titulo de éste artículo que someto a la interpretación de los
lectores.
He leído los resultados de una
encuesta (Universidad de Chapman) de los que deduzco que la mayoría de los
ciudadanos de EEUU poseen ciertas zonas del cerebro en estado estanco, sin
desarrollarse, ajenas al conocimiento que lo demás hemos adquirido tras los
descubrimientos científicos de los últimos siglos. Al parecer permanecen en la
Edad Media europea, cuando aún el nuevo continente no había sido explorado ni
explotado por ingleses, españoles o portugueses entre otros.
Me cuesta creer que ello sea así,
pues observo una gran contradicción entre unas creencias tan conservadoras y
ancestrales frente a una sociedad pionera en el desarrollo científico,
industrial y tecnológico, aunque también inspiradora de las nuevas corrientes
del pensamiento neoliberal que nos invade y es responsable del incremento de la
desigualdad económica y social que vivimos. Y me resulta igualmente
contradictorio el uso de las nuevas tecnologías, que no son sino fruto de los
descubrimientos científicos y de su desarrollo, por parte de quienes mantienen
creencias que han sido negadas por la ciencia. Bien es cierto que el uso de las
tecnologías no presupone conocer su origen ni su naturaleza, como también lo es
que el pensamiento es libre e incoherente a veces. Quizás piensan que la
divinidad está detrás de todos estos hallazgos. No en balde hay personas que
ante la salida de una enfermedad dan las gracias a Dios y no a los médicos que
le han atendido.
Si un 39,9% de los
estadounidenses creen que hace menos de 10.000 años Dios creo al hombre tal
como es hoy, es que no han asistido a la escuela o no ha aprendido nada en ella
o quizás fueron a una escuela para borregos. En todo caso se trata de unos
ignorantes integrales. O quizás sea el fruto de un entorno familiar conservador
en lo social e integrista en lo religioso, cerrado a toda posibilidad de aceptar
unas realidades diferentes a los mitos heredados de sus progenitores. Creer que
antes de esa fecha el hombre no existió es negar toda la historia de la
humanidad hasta el inicio de las primeras civilizaciones en el Creciente Fértil
(o Media Luna Fértil, como se prefiera), es suponer que el hombre apareció ya
en la Tierra como pastor y agricultor
(Abel y Caín, como dice la Biblia), es negar los hallazgos de restos
fosilizados de especies vegetales y animales, es negar la existencia de nuestros
antepasados homínidos y consecuentemente la evolución de las especies.
De aquellos que admiten que ha
existido un proceso evolutivo, el 36,5% cree que Dios guió el proceso, por lo
que deberíamos deducir que intervino en las cinco extinciones masivas de
especies marinas y terrestres que se han producido en nuestro planeta (la
última hace 65 millones de años, fin de los dinosaurios), en la deriva de los
continentes y en la aparición de los periodos glaciales e interglaciares y
quizás por ello debamos concluir que en el proceso de cambio climático de
nuestro tiempo no hay ninguna responsabilidad atribuible a los humanos sino a
Dios, al cual habríamos de responsabilizar, si está tan presente, por las
innumerables guerras, epidemias mortales y desgracias derivadas de desastres
naturales, por acción u omisión.
Ante estas irracionales creencias
no extraña que más de la mitad de los estadounidenses crean igualmente en casas
encantadas y fantasmas y en la obra de Satanás como representante del mal. Como
tampoco debe extrañar que el anterior presidente de los EEUU (George W. Bush),
sin duda incluido en uno de ambos grupos, estableciera una línea divisoria
entre el mal y el bien, cada uno con sus propios ejes y desatará una guerra (invasión
de Irák) cuyas consecuencias se siguen produciendo doce años después. Naturalmente
el presidente y con él los occidentales se situaban en el Eje del Bien y
estaban protegidos por Dios, aunque en el Eje del Mal se sintieran también
protegido por su propio Dios, tan destructores ambos. Es lo que tienen los
dioses, se dejan utilizar por los humanos para destruirse entre ellos.
Bienvenido pues el reducido 19%
de ciudadanos norteamericanos que creen que ninguna divinidad ha intervenido ni
interviene en los acontecimientos terráqueos. Esto debería ser considerado un
alivio para los seguidores de las deidades puesto que las exoneraría de tantas
maldades como ha acontecido a la humanidad, pongamos que desde el Neolítico, o
sea desde el momento en que, según ese 40% de americanos al norte de México, a
Dios se le ocurrió la idea de crear al hombre (y a la mujer como ser inferior
según el literal bíblico). Que la luz llegue al resto de los EEUU de America.
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