NT (texto bíblico): No imitéis las costumbres de
las gentes que yo voy a arrojar por delante de vosotros, ellos hacían estas
maldades y yo los aborrecí. Yo os he dicho: Vosotros poseeréis esa tierra, yo
os la daré en posesión; es una tierra que mana leche y miel. Yo Yavé, vuestro
Dios, que os he separado de las gentes (Lev 20.23-24).
CM (comentario): Una vez más Yavé menosprecia
a los restantes pueblos no elegidos por él, a los que se les supone costumbres
que no son de su agrado y son malvados, hacen todo aquello que Yavé aborrece y
por ello serán desalojados de sus tierras y condenados a la muerte, al hambre y
al exterminio.
¿Este Yavé de la Biblia fue el
autentico creador del cielo y de la tierra, de todos los seres vivientes,
incluidos las humanos o se trata del personaje exterminador de un cuento
malvado? No es asumible, no es concebible, que el dios creador de los humanos
denigre de ellos, reniega de su obra hasta el punto de arrojar de su tierra a
unos pueblos para que sea ocupada por otro, el elegido por él mismo; como el
padre que expulsa de su casa y abandona a sus hijos al hambre y a la
desaparición en bien de uno de ellos, el favorito, el elegido. Pero, ¡como
extrañarnos¡, si condenó a toda la población existente en la tierra a morir
ahogados cuando decidió enviarles un diluvio que arraso con todo, salvo la
familia de un tal Noe, a quien le anuncio la desgracia venidera y le ordeno
construir un arca o barcaza para que pudiera salvarse y la creación no hubiese
sido en balde.
Definitivamente, el hombre, con
todas sus imperfecciones, es sobradamente mejor que este Yavé que nos dibuja
las llamadas sagradas escrituras.
NT: Yavé ordena a los sacerdotes
que ninguno se contamine por un muerto, a no ser por un próximo consanguíneo
(Lev 21.2). Si la hija de un sacerdote se profana prostituyéndose, profana a su
padre y será quemada en el fuego (Lev 21.9). Tomará virgen por mujer, no viuda,
ni repudiada, ni desflorada, ni prostituida. Tomara una virgen de su pueblo
(Lev 21.13-14).
CM: El sacerdote es un hombre
santo, las escrituras ya relegan a la mujer a estar bajo el dominio del varón y
por consiguiente no puede asumir el papel de sacerdotisa, es más ni siquiera se
lo plantea, como si fuese algo natural la condición de inferioridad de la mujer
respecto del hombre. La mujer es impura, su menstruación es pura impureza,
durante ese tiempo la mujer esta contaminada, como están contaminados los
cadáveres que el sacerdote nunca deberá tocar porque seria una profanación, una
mancha a sus santidad, salvo que se trate del cadáver de un ser próximo en
consaguinidad, el padre, la madre, su hijo o hija, hermano y hermana virgen,
porque naturalmente si no fuese virgen seria contaminado.
Es obsesiva la persistencia en lo
impuro, cuando cuantas cosas existen fueron creadas por Yavé, un ser en extremo
puro, según las propias escrituras sagradas. Como obsesiva es la postura ante
la virginidad, que la Iglesia Católica ha heredado hasta el punto de hacer
creer a sus seguidores que Jesús, hijo encarnado de Yavé, nació de una virgen,
contradiciendo la mismísima naturaleza.
El sacerdote es un personaje
cargado de santidad, supuesta santidad, de tal manera si su hija se prostituye, no sabemos si se
refiere al hecho de vender su cuerpo para placeres sexuales o entrega
voluntaria al placer sin compensación económica, deber ser incinerada en vivo.
Un castigo cruel en el que aun creen algunos integristas religiosos musulmanes.
NT: Yavé hablo a Moisés,
diciéndole: Habla a Aaron y dile que ninguno de su estirpe que tenga una
deformidad corporal se acercara a ofrecer el pan de tu dios (Lev 21.16-24).
CM: El pobre Aaron, después de
tanto sacrificio y de tanta ayuda como le ha aportado a Moisés y al propio
Yavé, no goza del privilegio de la palabra de Yavé, éste siempre ordena a Aaron
por medio de Moisés, que no hace sino de permanente intermediario entre Dios y
su hermano, autentico artífice de los designios de Yavé.
Con esta orden el sacerdocio, que
ya estaba encomendado a los herederos de Aaron, queda limitado a quienes estén
sano de cuerpo, se excluyen a los ciegos, cojos, tuertos, mutilados,
monstruosos, jorobados, enanos, mancos, sarnosos, tiñosos, hernioso, etc. Son
todos seres impuros, errores de la creación, fallos en la maquinaria creadora. ¿Cuál
sería la intención de Yavé al permitir el nacimiento de seres con
imperfecciones físicas? O quizás se le escapase de las manos. Puede que ni
siquiera Yavé fuese un ser tan perfecto, bien es cierto que si la crueldad no
es un atributo de perfección, el personaje que tales mañas practica ha de gozar
de tales atributos.
NT: De nuevo Yavé envía órdenes a
Aaron, como sumo sacerdote, a través de Moisés. Cualquiera de vuestra estirpe
de vuestras generaciones que tenga sobre si alguna impureza, guárdese de acercarse
a las cosas santas. Si lo hiciere será borrado ante mi (Lev 22.1-3).
CM: De nuevo la obsesión por la
impureza. Además de quienes poseen tara física, ahora se refiere a los
leprosos, o quienes tocan cadáveres o este impuro por múltiples acciones. Establece
todo un sistema “legislativo” de prohibiciones y exclusiones, en las que se
incluyen los esclavos de los sacerdotes, la hija de sacerdote casada con un
extraño, viuda o repudiada, con o sin hijos (Lev 22.4-16).
Naturalmente el incumplimiento de
estos preceptos, que no suponen en ningún caso un atentado ante los demás, sino
ante Yavé, son condenados a dejar esta vida, serán borrados de este mundo, para
pasar al reino de los muertos.
NT: Ordena Yavé que cualquier
animal ofrecido en sacrificio deberá estar exento de defecto alguno, enumerando
los distintos tipos de imperfecciones (Lev 22.17-33). Ningún animal deberá ser
ofrecido antes de pasar siete días desde su nacimiento.
CM: Es sorprendente el grado de
detalle que se establece en las condiciones en que un animal, becerro, cordero
o cabrito, debe ser sacrificado, significando con esto la importancia que estas
escrituras otorga al sumo hacedor, al que hay que rendirle constante pleitesía,
de tal suerte que la vida gira alrededor de la divinidad y de su adoración. Las
leyes están orientadas al sacrificio, a la conducta en relación con los
mandatos de Dios, en sumo a un Estado Teocrático.