NT (texto bíblico): Yavé hablo a Moisés y Aarón
diciendo: Hablad a los hijos de Israel y decidles: he aquí los animales que
comeréis de entre las bestias. Todo animal de casco partido y pezuña hendida y
que rumie lo comeréis; pero no comeréis los que solo rumian o solo tienen
partida la pezuña (Lev 11.1-4).
CM (comentarios): Así pues, el camello que
rumia y no tiene partida la pezuña será inmundo, así como el conejo y la liebre
y el cerdo, que divide la pezuña y no rumia también será inmundo para vosotros
(Lev 11.5-8). De esta forma los israelitas están condenados a no poder comer
carne de cerdo, entre otros animales, precepto que no se ha mantenido en los
cristianos, aunque si entre los musulmanes. Nos encontramos, por tanto, con un mandamiento
que no cumplen todas las religiones monoteístas del planeta y que tienen su
inspiración en la Biblia, de forma que queda puesto en cuestión que lo
contenido en ella sean mandatos divinos.
NT: Entre los animales acuáticos
podréis comer cuanto lleven aletas y escamas, pero abominareis de cuanto no
lleve aletas y escamas (Lev 11.9-12).
Entre las aves no comeréis por ser abominables el águila, el quebrantahuesos,
el milano, el buitre, toda clase de cuervos, el avestruz, la lechuza, el loro,
la gaviota y el gavilán, el búho, el mergo, el ibis, el cisne, el pelicano, el
calamón, la garza, la cigüeña, la abubilla y el murciélago. Todo volátil que
anda sobre cuatro patas lo tendréis por abominación, pero entre los insectos
alados que marchan sobre cuatro patas
podréis comer toda especie de langosta. Todo otro volátil lo tendréis
por inmundo y quien tocaré uno de sus cadáveres se contaminara y será inmundo.
También serán inmundos la comadreja, el ratón, la tortuga, el camaleón, la
salamandra, el lagarto y el topo. Todo objeto que cayere sobre estos cadáveres
será manchado. No comeréis ningún animal que repta sobre la tierra (Lev
11.12-47).
CM: Es muy iterativo el pasaje en
cuanto al mandato de no comer ciertos animales, en el caso de los acuáticos,
tanto de río como de mar, abominando de ellos y de sus cadáveres. Solo podrán
comer exclusivamente los peces excluyendo por tanto todo tipo de moluscos,
crustáceos o cefalópodos.
Parece razonable no recomendar la
comida de ciertos tipos animales carnívoros, carroñeros, ciertos reptiles y
mamíferos, pero incomprensible en otros. De cualquier forma, en lo relativo a
las costumbres gastronómicas, hay tan extraordinaria pluralidad entre los
distintos pueblos que componen nuestra extensa geografía que difícilmente puede
establecerse y mucho menos imponer, como hace el LEVITICO, que debe llevarse o
no al estomago de cada cual. Por no hablar de las ocasiones en las que la
necesidad, por motivo de escasez de alimentos, obligan a los humanas a llevarse a la boca todo aquello que
pueda librarle de una muerte segura por inanición.
Sorprende la animadversión con la
que Yavé trata a esos seres no comestibles, que los israelitas deberán
abominar, por tratarse de seres impuros, olvidando que han sido creados por el
mismo Yavé. ¿De nuevo un error en el diseño creativo? ¿Cómo pudo Dios crear
criaturas tan impuras a sus ojos? porque no lo son a los de los humanos. No se
trata de seres dañinos sino componentes de la pluralidad de las especies
creadas por Yavé o, según otras creencias, que aparecieron en la Tierra gracias
a determinadas condiciones geofísicas y ambientales en las que fueron posibles
los primeros seres vivos y su evolución hacia otros superiores.
Sorprende, igualmente, la
minuciosidad en el que el libro expone la contaminación a que se ven sometidos
los objetos que son rozados por los cadáveres impuros, utensilios de madera, de
barro, vestidos, pieles, el agua y el tiempo de la impureza. Las simientes, sin
embargo permanecerán puras, pero si previamente han sido mojadas se tendrán por
manchadas (Lev 11.31-38). Caprichos del creador.
NT: Yavé hablo a Moisés,
diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: cuando de a luz una mujer y
tenga un hijo, será impura durante siete días; como en el tiempo de su menstruación.
El octavo día será circuncidado el hijo, pero ella quedara todavía en casa
durante treinta y tres días en la sangre de su purificación; no tocara nada
santo ni ira al santuario hasta que se cumplan los días de su purificación. Si
da a luz una hija, será impura durante dos semanas y se quedara en casa durante
sesenta y seis días en la sangre de su purificación (Lev 12.1-5).
CM: Es sorprendente que el
alumbramiento, el nacimiento de un nuevo ser sea considerado por Yavé como un
acto impuro y se requiera de siete días para que la madre puede volver a ser
pura en el caso de varón y de catorce en el caso de niña. ¿Qué diferencia
entiende Yavé que existe entre el varón o la hembra para que el tiempo de
purificación sea el doble en el segundo caso? No cabe otra explicación que la
consideración de la mujer, por parte de Dios, como inferior al hombre y por
ello su venida al mundo se convierta en un acto doblemente impuro, como lo es
el periodo de menstruación de la mujer.
Durante los días siguientes, un
mes o dos según se trate de niño o niña, la mujer deberá mantenerse alejada de
las cosas santas, no sea que las contamine, como un ser pestoso que es después
de haber parido, siempre a los ojos de la contradictoria naturaleza de Dios que
pretende imponer a los humanos y que ha conseguido a la vista del desarrollo de
las religiones y del trato dado a la mujer en todas ellas.
La circuncisión del varón se ha
convertido en rito en el judaísmo hasta nuestros días; por fortuna no se le
ocurrió a Yavé ritualizar la salvajada de la ablación del clítoris a las niñas,
costumbre extendida en algunas poblaciones africanas.
NT: Tras la purificación, según
haya tenido hijo o hija, presentará ante el sacerdote, a la entrada del
tabernáculo, un cordero primal en holocausto y un pichón o una tórtola en
sacrificio por el pecado. Si no puede ofrecer un cordero, tomará dos tórtolas o
dos pichones, el sacerdote hará por ella la expiación y será pura (Lev
12.6-89).
CM: La purificación, como puede
verse, no será efectiva hasta que no se haya realizado el sacrificio por parte
del sacerdote, después de que la mujer haya depositado la correspondiente
ofrenda ante el tabernáculo. De nuevo esta es diferente según se trate de hijo
o hija, manteniendo de nuevo la discriminación entre sexos.
Solo en el caso de no disponer
del carnero, en el caso de hijo, la ofrenda podrá disminuirse, aunque no dice
nada respecto de quienes no posean ni siquiera de una tórtola. Debemos suponer
que la mujer seguirá siendo impura hasta que pueda cumplir con el sacrificio y
liberarse del pecado de haber dado a luz.
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