viernes, 6 de junio de 2014

LEVITICO: De las leyes sobre la pureza


NT (texto bíblico): Yavé hablo a Moisés y Aarón diciendo: Hablad a los hijos de Israel y decidles: he aquí los animales que comeréis de entre las bestias. Todo animal de casco partido y pezuña hendida y que rumie lo comeréis; pero no comeréis los que solo rumian o solo tienen partida la pezuña (Lev 11.1-4).

CM (comentarios): Así pues, el camello que rumia y no tiene partida la pezuña será inmundo, así como el conejo y la liebre y el cerdo, que divide la pezuña y no rumia también será inmundo para vosotros (Lev 11.5-8). De esta forma los israelitas están condenados a no poder comer carne de cerdo, entre otros animales, precepto que no se ha mantenido en los cristianos, aunque si entre los musulmanes. Nos encontramos, por tanto, con un mandamiento que no cumplen todas las religiones monoteístas del planeta y que tienen su inspiración en la Biblia, de forma que queda puesto en cuestión que lo contenido en ella sean mandatos divinos.

NT: Entre los animales acuáticos podréis comer cuanto lleven aletas y escamas, pero abominareis de cuanto no lleve aletas  y escamas (Lev 11.9-12). Entre las aves no comeréis por ser abominables el águila, el quebrantahuesos, el milano, el buitre, toda clase de cuervos, el avestruz, la lechuza, el loro, la gaviota y el gavilán, el búho, el mergo, el ibis, el cisne, el pelicano, el calamón, la garza, la cigüeña, la abubilla y el murciélago. Todo volátil que anda sobre cuatro patas lo tendréis por abominación, pero entre los insectos alados que marchan sobre cuatro patas  podréis comer toda especie de langosta. Todo otro volátil lo tendréis por inmundo y quien tocaré uno de sus cadáveres se contaminara y será inmundo. También serán inmundos la comadreja, el ratón, la tortuga, el camaleón, la salamandra, el lagarto y el topo. Todo objeto que cayere sobre estos cadáveres será manchado. No comeréis ningún animal que repta sobre la tierra (Lev 11.12-47).    

CM: Es muy iterativo el pasaje en cuanto al mandato de no comer ciertos animales, en el caso de los acuáticos, tanto de río como de mar, abominando de ellos y de sus cadáveres. Solo podrán comer exclusivamente los peces excluyendo por tanto todo tipo de moluscos, crustáceos o cefalópodos. 

Parece razonable no recomendar la comida de ciertos tipos animales carnívoros, carroñeros, ciertos reptiles y mamíferos, pero incomprensible en otros. De cualquier forma, en lo relativo a las costumbres gastronómicas, hay tan extraordinaria pluralidad entre los distintos pueblos que componen nuestra extensa geografía que difícilmente puede establecerse y mucho menos imponer, como hace el LEVITICO, que debe llevarse o no al estomago de cada cual. Por no hablar de las ocasiones en las que la necesidad, por motivo de escasez de alimentos, obligan a los  humanas a llevarse a la boca todo aquello que pueda librarle de una muerte segura por inanición.

Sorprende la animadversión con la que Yavé trata a esos seres no comestibles, que los israelitas deberán abominar, por tratarse de seres impuros, olvidando que han sido creados por el mismo Yavé. ¿De nuevo un error en el diseño creativo? ¿Cómo pudo Dios crear criaturas tan impuras a sus ojos? porque no lo son a los de los humanos. No se trata de seres dañinos sino componentes de la pluralidad de las especies creadas por Yavé o, según otras creencias, que aparecieron en la Tierra gracias a determinadas condiciones geofísicas y ambientales en las que fueron posibles los primeros seres vivos y su evolución hacia otros superiores. 

Sorprende, igualmente, la minuciosidad en el que el libro expone la contaminación a que se ven sometidos los objetos que son rozados por los cadáveres impuros, utensilios de madera, de barro, vestidos, pieles, el agua y el tiempo de la impureza. Las simientes, sin embargo permanecerán puras, pero si previamente han sido mojadas se tendrán por manchadas (Lev 11.31-38). Caprichos del creador.

NT: Yavé hablo a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: cuando de a luz una mujer y tenga un hijo, será impura durante siete días; como en el tiempo de su menstruación. El octavo día será circuncidado el hijo, pero ella quedara todavía en casa durante treinta y tres días en la sangre de su purificación; no tocara nada santo ni ira al santuario hasta que se cumplan los días de su purificación. Si da a luz una hija, será impura durante dos semanas y se quedara en casa durante sesenta y seis días en la sangre de su purificación (Lev 12.1-5).

CM: Es sorprendente que el alumbramiento, el nacimiento de un nuevo ser sea considerado por Yavé como un acto impuro y se requiera de siete días para que la madre puede volver a ser pura en el caso de varón y de catorce en el caso de niña. ¿Qué diferencia entiende Yavé que existe entre el varón o la hembra para que el tiempo de purificación sea el doble en el segundo caso? No cabe otra explicación que la consideración de la mujer, por parte de Dios, como inferior al hombre y por ello su venida al mundo se convierta en un acto doblemente impuro, como lo es el periodo de menstruación de la mujer.

Durante los días siguientes, un mes o dos según se trate de niño o niña, la mujer deberá mantenerse alejada de las cosas santas, no sea que las contamine, como un ser pestoso que es después de haber parido, siempre a los ojos de la contradictoria naturaleza de Dios que pretende imponer a los humanos y que ha conseguido a la vista del desarrollo de las religiones y del trato dado a la mujer en todas ellas.

La circuncisión del varón se ha convertido en rito en el judaísmo hasta nuestros días; por fortuna no se le ocurrió a Yavé ritualizar la salvajada de la ablación del clítoris a las niñas, costumbre extendida en algunas poblaciones africanas.  

NT: Tras la purificación, según haya tenido hijo o hija, presentará ante el sacerdote, a la entrada del tabernáculo, un cordero primal en holocausto y un pichón o una tórtola en sacrificio por el pecado. Si no puede ofrecer un cordero, tomará dos tórtolas o dos pichones, el sacerdote hará por ella la expiación y será pura (Lev 12.6-89).

CM: La purificación, como puede verse, no será efectiva hasta que no se haya realizado el sacrificio por parte del sacerdote, después de que la mujer haya depositado la correspondiente ofrenda ante el tabernáculo. De nuevo esta es diferente según se trate de hijo o hija, manteniendo de nuevo la discriminación entre sexos.


Solo en el caso de no disponer del carnero, en el caso de hijo, la ofrenda podrá disminuirse, aunque no dice nada respecto de quienes no posean ni siquiera de una tórtola. Debemos suponer que la mujer seguirá siendo impura hasta que pueda cumplir con el sacrificio y liberarse del pecado de haber dado a luz.

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