miércoles, 25 de junio de 2014

LEVITICO: El flujo seminal

NT (texto bíblico): Hablo Yavé a Moisés y Aarón diciendo: Cualquier hombre que padezca flujo seminal en su carne será inmundo. Esta es la ley de su inmundicia en el flujo, ya sea por destilar su carne el flujo, ya por retenerlo, es inmundo. El lecho en que se acueste, el asiento en que se siente será inmundo (Lev 15.1-4).

CM (comentarios): ¿A que se refiere con padecer flujo seminal? Quien lo padece es considerado, no solo puro, sino enfermo (quien tocaré la carne del enfermo, lavará sus vestidos, se bañara en agua y será impuro toda la tarde (LEV15.7)) ¿Es que se considera enfermo a todos los hombres, a aquellos que tienen eyaculación precoz o a quienes practican el sexo en solitario? Dice Yavé que será inmundo por destilar el flujo, pero también por retenerlo, o sea que impuro en cualquier caso. ¡Que poco apego a la vida tiene el dichoso Yavé¡

Quienes tocaren el lecho del eyaculador, se sentaré donde el lo hizo, quien le tocaré, será impuro hasta la tarde, lavara sus vestidos y se bañara. Toda vasija de barro que tocaré se romperá y si es de madera se lavará. Cuando este curado de su flujo contara siete días y a partir de ahí hará la correspondiente ofrenda, en este caso de dos tórtolas o dos pichones y comenzara el sacrificio, tal como en los casos del leproso hasta la purificación. Las tórtolas debían de abundar por estas épocas y debían ser prolíficas para dar abasto a tanta necesidad de purificación.

En otro apartado dice que el hombre que efundiera su semen, lavará con agua todo su cuerpo y la mujer con quien se acostase con emisión de semen se lavara como el y como el será inmundo hasta la tarde. Así pues las practicas propias del sexo son consideradas por la Biblia como actos impuros, pecados graves que requieren de una redención.

NT: La mujer que tiene su flujo, flujo de su sangre en su carne, estará siete días en su impureza. Quien la tocaré será impuro hasta la tarde. Aquello donde durmiere o se sentare será impuro y quien tocaré su lecho lavara sus vestidos, se bañará y será impuro hasta la tarde (Lev 15.19-21). 

CM: Que sinsentido crear la vida para menospreciarla. La menstruación es fruto del diseño con el que creo a la mujer, entonces ¿Qué sentido tiene considerar impuro un acto tan natural como este? ¿O es que Yavé se arrepiente de su propia obra? Probablemente se trate de esto último, puesto que de la lectura de los textos bíblicos puede llegarse a esta conclusión, salvo que toda sea fruto de la perversidad divina.

No solo la mujer es impura sino todo lo que toca, quien la toca y toca cualquiera de las cosas que han sido a su vez tocada por ella. Quien se acostara con ella en situación de impureza también será impuro por siete días repitiéndose el ciclo.

No sabemos si los hijos en edad temprana que necesitan cuidados de la madre también serán considerados impuros por estar en contacto con ella o han de ser retirados de la casa materna hasta que pase la menstruación y haya terminado el proceso de purificación.

NT: Cuando curare de su flujo contara siete días, después de los cuales será pura. Al octavo día tomara dos tórtolas o dos pichones y los llevara al sacerdote (Lev 15.28-29).

CM: A partir de ahí se inicia el proceso de purificación con el sacrificio de los animales y el ritual correspondiente ya repetido para cada ocasión.

Dice el texto que cuando curare, es decir que la menstruación es considerada como enfermedad impura, pasajera y periódica y como tal debe ser purificada con la consiguiente ofrenda.

Puesto que no hay excepción a esta impureza, cada veintiocho días más o menos todas las mujeres en edad de procrear deberán disponer de dos tórtolas o dos pichones para purificarse de su inmundicia. Esto obliga a que cada una de las familias dispongan de una granja (gallinero de tórtolas y pichones) exclusivamente para redimir su condición de haber nacido mujer, en el caso del hombre es posible ocultar su eyaculación, sin embargo en el caso de la mujer la menstruación es un fenómeno que ocurre todos los meses salvo que ese embarazada y consiguientemente de imposible ocultación. Los escritores bíblicos, tan ensimismados en su papel de transmisores de la voluntad divina, no reparan en las imposibilidades de cumplir los mandamientos del creador.

NT: Enseñad a los hijos de Israel a purificarse de sus inmundicias, no sea que por ellas mueran, por manchar el tabernáculo. Esta es la ley del que padece flujo y efunde semen, haciéndose inmundo y de la mujer en su flujo menstrual; de cuantos padecen flujo, hombre o mujeres y del hombre que se acuesta con una mujer impura (Lev 15.31-32).


CM: Por si no hubiera quedado claro, este es el colofón, el mensaje final y definitivo, la ley que ha de cumplirse por los hijos de Israel. Por fortuna, esta ley no hemos de considerarla valida para el resto de pueblos, puesto que solo va dirigida muy claramente al pueblo de Israel, el pueblo elegido por Yavé, así que el resto de los humanos, hombres y mujeres quedamos liberados de ser tan inmundos

domingo, 15 de junio de 2014

LEVITICO: Tratamiento de los leprosos

NT (texto bíblico): Cuando se presente en la piel de su carne la plaga de la lepra, será llevado a Aaron y sus hijos y si viere que los pelos se han vuelto blancos y que la parte afectada esta más hundida que el resto será declarado impuro. Si tiene sobre la piel una mancha blanca que no aparece más hundida que el resto de la piel, le recluirá durante siete días, si entonces el mal no se ha extendido será recluido por otros siete días y si al final el mal no se ha extendido será declarado puro, en caso contrario será considerado inmundo: es lepra (Lev 13.1-8). Si la lepra se ha extendido por todo el cuerpo declarará puro al enfermo, pues se ha puesto todo blanco, pero si presenta la carne viva será declarado impuro.

El leproso, manchado de lepra, llevara rasgadas sus vestiduras, desnuda la cabeza y cubrirá su barba e ira clamando: “Inmundo, inmundo”. Es impuro y habitara solo, fuera del campamento tendrá su morada (Lev 13.45-46). 

CM (comentario): El tratamiento de la lepra es una permanente observación, por parte de los sacerdotes, de la evolución de la enfermedad, cuyo objeto es sencillamente saber si el enfermo es puro o impuro. En ningún momento tratan de utilizar recursos naturales, hierbas  para la curación de la enfermedad, al menos los neardentales lo intentaban, sino que se limitan a la mera observancia del enfermo y determinar con ello su reclusión o no, para ello es crucial comprobar el grado de escamosidad, el color de la piel, la coloración del pelo, la presencia de carne viva y la uniformidad de la piel. Consideraciones todas ellas vitales para conocer la pureza del enfermo y determinar las sucesivas revisiones por parte del sacerdote. De esta misma forma se analizan las quemaduras de fuego por si pueden tener asociada la lepra. Se observa, por parte del sacerdote todo tipo de señales en la piel de los hombres y mujeres, si el color de las manchas es suboscuro, es un empeine y por tanto puro. Se observa igualmente la calvicie para determinar su naturaleza (Lev 13.1-44). La curación del enfermo importa poco, si acaso el contagio

El leproso, como podemos contemplar, es un ser estigmatizado, esta condenado, salvo que ocurra el prodigio de su curación espontánea, anunciará su mal para que nadie se le acerque, vivirá aislado, alejado de la comunidad. En ningún momento se muestra la mas minina misericordia divina para con el leproso, de cuyo mal es ajeno, sino que por el contrario es tratado como un ser pestoso y repugnante. La impureza esta muy mal vista en la Biblia.

La ropa con manchas sospechosas es sometida a tratamiento hasta ser quemada si las manchas perduran o se extienden. De alguna forma esta puede considerarse una medida razonable, al tratarse de una enfermedad contagiosa.

NT: Hablo Yavé a Moisés: Esta será la ley del leproso para el día de su purificación: si la plaga de lepra ha desaparecido del leproso, mandara el sacerdote tomar para el que ha de purificar dos avecillas vivas, puras, madera de cedro, un hilo de púrpura e hisopo; degollara una de las aves sobre una vasija de agua y tomando el ave viva, el cedro, el hilo y el hisopo, los mojara en la sangre del ave degollada, aspergerá siete veces al que ha de ser purificado de la lepra y lo declarara puro (Lev 14.1-8).

Durante siete días no podrá entrar en el campamento, el séptimo día se raerá el pelo, lavara sus vestidos y se bañara. El octavo día tomara dos corderos sin defecto y una oveja y tres decimos de efá de flor de harina, amasada con aceite (Lev 14.8-10). Si fuese pobre tomara solo un cordero, dos tórtolas o dos pichones (Lev 14.21-22).

CM: Si el desgraciado leproso consigue su curación, al menos será admitido en la comunidad tras el rito de su purificación y el resto de condiciones impuesta, llevar dos corderos y una oveja para el sacrificio. Es de suponer que esta ley del leproso será valida exclusivamente para leprosos con una cierta riqueza, porque no es posible creer que en la sociedad en la que se desarrolla los pasajes bíblicos no existiera la pobreza extrema, más bien cabria pensar que esa debía ser la tónica general, a tenor de los conocimientos que tenemos sobre la evolución de la historia de los pueblos. En todo caso, ya es cruel obligar a quien ha padecido una enfermedad de tan difícil curación, tras meses de alejamiento de la comunidad hacerles pagar un tributo tan alto para su “purificación” o dicho de otro modo para ser admitido por la comunidad.

Durante el sacrificio de los corderos y ovejas y tórtolas según los casos, el sacerdote untará de sangre el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica. Describen los textos todos los pormenores de la ceremonia de purificación con un alto nivel de detalle e iteración (Lev 14.11-32).

NT: Yavé hablo a Moisés y Aarón, diciendo: Cuando hayáis entrado en la tierra de  Canán que yo voy a daros en posesión, y mandaré yo la plaga de lepra a alguna casa de la tierra que poseeréis, el dueño de la casa ira a ponerlo en conocimiento del sacerdote (Lev 14.33-35).

CM: Por resumir el texto bíblico, el sacerdote mandara desocupar la casa antes de visitarla, para que no contamine todo lo que hay en ella. Si en las paredes hallare cavidades verdosas o rojizas la hará cerrar por siete días. Si pasado ese tiempo y permanecen las manchas se quitaran las piedras que se arrojaran en lugar impuro y se sustituirán por otras. Si la mancha reapareciese, es lepra corrompida, se demolerá la casa y todo se llevara fuera de la ciudad a lugar impuro, quien hubiera habitado en ella lavara sus vestidos (Lev 14-36-47). Si la mancha ha desaparecido la casa se declarará pura, pues el mal se ha curado, entonces tomara dos avecillas, madera de cedro, lana escarlata e hisopo y se iniciara el sacrificio de forma análoga a como se hizo con el leproso curado.

Sabemos que el pueblo de Israel, el pueblo elegido por Yavé, va camino de Canán, la tierra prometida, y durante el largo camino, de huida de los egipcios, de travesía del desierto hasta el destino final, Yavé somete a su pueblo a una serie de pruebas que va superando, unas veces con resignación y otras con agrado, al mismo tiempo que va enseñándoles la forma en que han de comportarse, toda un código de conducta enfocado a cumplir las leyes de Yavé. Comienzan con los mandamientos establecidos en el monte Sinaí y continua con la construcción de la casa de Dios en donde se le ha de rendir culto, como ha de construirse, sus dimensiones exactas, sus estructura y ornamentación, los ropajes sagrados para los sacerdotes, la institucionalización de la casta sacerdotal, las diferentes ritos para los sacrificios de animales, las leyes sobre la pureza y la impureza, incluso el tratamiento con los casos de plagas de lepra.

Durante el largo recorrido, Yavé no ha dejado de amenazar a su pueblo, a los pueblos de partida (el pueblo egipcio, al que ha condenado con diez plagas, que de ser ciertas hubieran supuesto uno de los mayores crímenes de la humanidad) y a los pueblos de destino.


Dice Yavé que cuando lleguen a Canán mandará la plaga de lepra a alguna casa, ¿con que propósito? Hemos de suponer que para mostrar su poder, su poder de destrucción y de crueldad.

viernes, 6 de junio de 2014

LEVITICO: De las leyes sobre la pureza


NT (texto bíblico): Yavé hablo a Moisés y Aarón diciendo: Hablad a los hijos de Israel y decidles: he aquí los animales que comeréis de entre las bestias. Todo animal de casco partido y pezuña hendida y que rumie lo comeréis; pero no comeréis los que solo rumian o solo tienen partida la pezuña (Lev 11.1-4).

CM (comentarios): Así pues, el camello que rumia y no tiene partida la pezuña será inmundo, así como el conejo y la liebre y el cerdo, que divide la pezuña y no rumia también será inmundo para vosotros (Lev 11.5-8). De esta forma los israelitas están condenados a no poder comer carne de cerdo, entre otros animales, precepto que no se ha mantenido en los cristianos, aunque si entre los musulmanes. Nos encontramos, por tanto, con un mandamiento que no cumplen todas las religiones monoteístas del planeta y que tienen su inspiración en la Biblia, de forma que queda puesto en cuestión que lo contenido en ella sean mandatos divinos.

NT: Entre los animales acuáticos podréis comer cuanto lleven aletas y escamas, pero abominareis de cuanto no lleve aletas  y escamas (Lev 11.9-12). Entre las aves no comeréis por ser abominables el águila, el quebrantahuesos, el milano, el buitre, toda clase de cuervos, el avestruz, la lechuza, el loro, la gaviota y el gavilán, el búho, el mergo, el ibis, el cisne, el pelicano, el calamón, la garza, la cigüeña, la abubilla y el murciélago. Todo volátil que anda sobre cuatro patas lo tendréis por abominación, pero entre los insectos alados que marchan sobre cuatro patas  podréis comer toda especie de langosta. Todo otro volátil lo tendréis por inmundo y quien tocaré uno de sus cadáveres se contaminara y será inmundo. También serán inmundos la comadreja, el ratón, la tortuga, el camaleón, la salamandra, el lagarto y el topo. Todo objeto que cayere sobre estos cadáveres será manchado. No comeréis ningún animal que repta sobre la tierra (Lev 11.12-47).    

CM: Es muy iterativo el pasaje en cuanto al mandato de no comer ciertos animales, en el caso de los acuáticos, tanto de río como de mar, abominando de ellos y de sus cadáveres. Solo podrán comer exclusivamente los peces excluyendo por tanto todo tipo de moluscos, crustáceos o cefalópodos. 

Parece razonable no recomendar la comida de ciertos tipos animales carnívoros, carroñeros, ciertos reptiles y mamíferos, pero incomprensible en otros. De cualquier forma, en lo relativo a las costumbres gastronómicas, hay tan extraordinaria pluralidad entre los distintos pueblos que componen nuestra extensa geografía que difícilmente puede establecerse y mucho menos imponer, como hace el LEVITICO, que debe llevarse o no al estomago de cada cual. Por no hablar de las ocasiones en las que la necesidad, por motivo de escasez de alimentos, obligan a los  humanas a llevarse a la boca todo aquello que pueda librarle de una muerte segura por inanición.

Sorprende la animadversión con la que Yavé trata a esos seres no comestibles, que los israelitas deberán abominar, por tratarse de seres impuros, olvidando que han sido creados por el mismo Yavé. ¿De nuevo un error en el diseño creativo? ¿Cómo pudo Dios crear criaturas tan impuras a sus ojos? porque no lo son a los de los humanos. No se trata de seres dañinos sino componentes de la pluralidad de las especies creadas por Yavé o, según otras creencias, que aparecieron en la Tierra gracias a determinadas condiciones geofísicas y ambientales en las que fueron posibles los primeros seres vivos y su evolución hacia otros superiores. 

Sorprende, igualmente, la minuciosidad en el que el libro expone la contaminación a que se ven sometidos los objetos que son rozados por los cadáveres impuros, utensilios de madera, de barro, vestidos, pieles, el agua y el tiempo de la impureza. Las simientes, sin embargo permanecerán puras, pero si previamente han sido mojadas se tendrán por manchadas (Lev 11.31-38). Caprichos del creador.

NT: Yavé hablo a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: cuando de a luz una mujer y tenga un hijo, será impura durante siete días; como en el tiempo de su menstruación. El octavo día será circuncidado el hijo, pero ella quedara todavía en casa durante treinta y tres días en la sangre de su purificación; no tocara nada santo ni ira al santuario hasta que se cumplan los días de su purificación. Si da a luz una hija, será impura durante dos semanas y se quedara en casa durante sesenta y seis días en la sangre de su purificación (Lev 12.1-5).

CM: Es sorprendente que el alumbramiento, el nacimiento de un nuevo ser sea considerado por Yavé como un acto impuro y se requiera de siete días para que la madre puede volver a ser pura en el caso de varón y de catorce en el caso de niña. ¿Qué diferencia entiende Yavé que existe entre el varón o la hembra para que el tiempo de purificación sea el doble en el segundo caso? No cabe otra explicación que la consideración de la mujer, por parte de Dios, como inferior al hombre y por ello su venida al mundo se convierta en un acto doblemente impuro, como lo es el periodo de menstruación de la mujer.

Durante los días siguientes, un mes o dos según se trate de niño o niña, la mujer deberá mantenerse alejada de las cosas santas, no sea que las contamine, como un ser pestoso que es después de haber parido, siempre a los ojos de la contradictoria naturaleza de Dios que pretende imponer a los humanos y que ha conseguido a la vista del desarrollo de las religiones y del trato dado a la mujer en todas ellas.

La circuncisión del varón se ha convertido en rito en el judaísmo hasta nuestros días; por fortuna no se le ocurrió a Yavé ritualizar la salvajada de la ablación del clítoris a las niñas, costumbre extendida en algunas poblaciones africanas.  

NT: Tras la purificación, según haya tenido hijo o hija, presentará ante el sacerdote, a la entrada del tabernáculo, un cordero primal en holocausto y un pichón o una tórtola en sacrificio por el pecado. Si no puede ofrecer un cordero, tomará dos tórtolas o dos pichones, el sacerdote hará por ella la expiación y será pura (Lev 12.6-89).

CM: La purificación, como puede verse, no será efectiva hasta que no se haya realizado el sacrificio por parte del sacerdote, después de que la mujer haya depositado la correspondiente ofrenda ante el tabernáculo. De nuevo esta es diferente según se trate de hijo o hija, manteniendo de nuevo la discriminación entre sexos.


Solo en el caso de no disponer del carnero, en el caso de hijo, la ofrenda podrá disminuirse, aunque no dice nada respecto de quienes no posean ni siquiera de una tórtola. Debemos suponer que la mujer seguirá siendo impura hasta que pueda cumplir con el sacrificio y liberarse del pecado de haber dado a luz.