NT (texto): Yavé manda hacer vestiduras
para Aaron: un pectoral, un efod, una sobretúnica, una túnica a cuadros, una
tiara y un ceñidor y nombre a los hijos de Aarón sacerdotes. Se emplearan para
ellas oro y telas tejidas en jacinto, púrpura y carmesí y lino fino (28.1-5).
Yavé dice como se han de hacer (Ex. 28.6-43).
CM (comentarios): Acabados los detalles de la
morada y del altar, llega la hora de engalanar a los sumos sacerdotes, aquellos
elegidos por el propio Yavé para servir de intermediarios entre él (Dios) y el
pueblo. Es decir la representación de la divinidad en la tierra, que en
connivencia con el poder civil (en este caso identificados ambos) tanto han
ayudado a subyugar a los seres humanos.
Yavé establece un régimen
político-religioso hereditario, son los hijos de Aarón los encargados de llevar
a cabo tan alta misión, obviando la posibilidad de que existan otras personas
(naturalmente varones, ya sabemos que Dios es un ser machista) más capacitadas
para el cargo.
En cualquier caso, la realización
de sacrificios al ser supremo requiere cierto engalanamiento, a los ojos de
Dios, de tal forma que se requiere de toda una liturgia adornada de las
vestimentas adecuadas, cuanto más sofisticadas mejor. Así pues el efod (prenda
que se apoyara en los hombros y colgará para soportar el pectoral) debe ser de
oro e hilo torzal de lino, violeta, púrpura escarlata y carmesí, artísticamente
entretejidos, ¡Cuánto detalle! Llevara dos hombreras y un cinturón de igual
tejido y sobre cada hombrera una piedra de ónice talladas en las que irán
grabados los nombres de los hijos de Israel.
El pectoral será cuadrado y del
mismo material, guarnecido de pedrería (sardónica, topacio, esmeralda, rubí,
zafiro, diamante, ópalo, ágata, amatista, crisolito, ónice y jaspe) y
engarzadas en oro. El pectoral ira unido
al efod mediante anillos de oro, como no podría ser menos. En fin todo un lujo
para un pueblo errante que tantas calamidades y persecuciones habían sufrido en
el todavía cercano Egipto. Pero recordemos que el pueblo egipcio, por temor,
por generosidad o por ignorancia ofreció al pueblo israelita, en su égida, todo
cuanto poseía en riquezas materiales. Pero al tratarse de un libro sagrado,
cualquier cosa es posible por increíble que parezca.
El efod lleva una sobretúnica
hecha de jacinto adornada con granadas de jacinto, de púrpura y de carmesí,
alternando campanillas de oro todo en derredor, con objeto hacerse oír al
entrar y salir del santuario. Un detalle adicional que llevará el sumo sacerdote
Aarón será una diadema laminada en oro puro. Para Aarón y sus hijos se harán
túnicas, tiaras y calzones de lino que llevaran desde la cintura hasta los
muslos.
Todo lo anterior será ley
perpetua para Aarón y para toda la descendencia después de él.
Sorprende este afán divino por el
lujo excesivo, por lo material. Lujo que ha heredado al Iglesia Católica,
ejemplo de organización poderosa, que bajo el paraguas de las esencias
religiosas y del más allá, goza de un extraordinario poder mundano, en forma de
bienes inmuebles, incontables obras de arte de incalculable valor e
innumerables intereses económicos y financieros en el ámbito internacional.
NT: Es hora de consagrar a los
sacerdotes. Yavé encarga tomar un novillo y dos carneros, junto con panes y
tortas ácimas y vestir a Aron y sus hijos con
las vestimentas confeccionadas para el rito. Degollara el novillo,
derramara su sangre al pie del atar, separara las entrañas y las quemara en el
altar y separara la carne y todo lo demás y lo quemara fuera del campamento.
Después deguellara uno de los corderos y regara con su sangre el atar y después
lo descuartizara y lo quemara en el altar. Con la sangre del otro cordero
untara el lóbulo de la oreja derecha de Aron y de la de sus hijos y ungirá a
Aron y sus hijos y sus vestimentas junto con el óleo de unción. De esta forma
serán consagrados. Este cordero no será quemado sino consagrado (Ex. 29.1-22).
Después tomará los ácimos y los
agitara y quemara sobre el altar y agitaras medio pecho del cordero como
ofrenda ante Yavé, del otro medio lo cocerán y Aron y sus hijos lo comerán
junto con los ácimos del cestillo y si queda algo será quemado porque nadie más
lo podrá comer porque es cosa santa (Ex. 29.23-34).
CM: Naturalmente hoy día este
tipo de sacrificio resulta primitivo y salvaje, si bien en aquellos tiempos
remotos podría parecer absolutamente natural, de hecho las primeras
civilizaciones han sacrificado animales e incluso a personas para rendir culto
a su dios, aplacar su ira y obtener supuestos beneficios. Pero la idea de
perpetuar el sacrificio a través de las sucesivas generaciones pareciese
hacernos ver que Yavé, en su intemporalidad, no tuviera una concepción clara
del transcurrir del tiempo en el ser humano a lo largo de la historia, pues
debería haber supuesto que esta forma de sacrificio puede resultar brutal en
otros momentos históricos. Como no deberíamos dudar de este conocimiento
supremo y total de Yavé, hemos de suponer que los escritores bíblicos se
tomaban demasiadas licencias e interpretaciones a cerca de las palabras de su
dios.
Yavé no deja de precisar hasta el
mínimo detalle, como debe llevarse a cabo el sacrificio para cada uno de los
animales, que partes deben ser quemadas y cuales no, la separación de las
entrañas, la forma en derramar la sangre, el significado de manchar de sangre
los lóbulos derechos de las orejas de Aron y sus hijos.
NT: deberán cumplir cuanto Yavé
ha mandado, durante siete días y cada día ofrecerás el novillo en sacrificio
sobre el altar para expiación del pecado y lo ungirás y santificaras. El primer
cordero será ofrecido por la mañana y el segundo entre dos luces. Allí me haré
yo presente, dice Yavé, a los hijos de Israel y será consagrado por mi gloria y
conocerán que soy su Dios, que les he sacado de las tierras de Egipto (Ex.
29.35-46).
CM: Una vez más Yavé hace
recordar a su pueblo que es su Dios, al que deben honrar, y que les ha sacado
del pueblo donde tantas calamidades pasaban. Para ello deben hacer todo esta
serie de sacrificios adornados con detalles de extremado cuidado, así los
corderos se ofrecerán con un décimo de harina de flor, amasado con un cuarto de
aceite de oliva y una libación de un cuarto de vino.
Y así se establece y queda
instituido para las generaciones futuras que deberán cumplir con estos ritos
bajo la dirección del sumo pontífice, encarnado en la figura de Aron entonces y
de sus descendientes en tiempos venideros.
Y todo ello para expiar el pecado
cometido por nuestros primeros ancestros, de quienes no disponemos ya de
memoria histórica, lo que no deja de ser pernicioso, que después de tantas
generaciones estemos sufriendo por un pecado que no hemos cometido. Salvo que
su objetivo no sea otro que mantener a la humanidad en el pecado, es decir en
remordimiento y por tanto en la necesidad de ser perdonado y con ello de estar
sometido a la voluntad de Dios y por tanto de sus representantes, sumos
sacerdotes, contra su libre albedrío.
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