jueves, 12 de septiembre de 2013

Una nueva visión cosmológica: Nuevas respuestas para las mismas preguntas

Andrómeda es una galaxia[1] cercana a la Vía Láctea[2], se encuentra a tan solo 2,5 millones de años luz[3] de nosotros y ambas forma parte de un cúmulo local de galaxias junto con las nubes de Magallanes (visibles desde el hemisferio sur) y algunas otras galaxias menores. Dentro de algunos cientos de millones de años se habrá aproximado tanto a nosotros que ambas galaxias se fusionaran dando origen a otra de mayor tamaño,  fenómeno nada extraño dentro de nuestro Universo.

Dicen los astrónomos que el Universo se expande, es decir, que las galaxias se alejan de forma análoga a como lo hacen unos puntos dibujados en un globo que se infla. Sin embargo, allí donde la gravedad es muy alta (mayor que la energía oscura que las expande), tal como ocurre en los cúmulos locales de galaxias, estas tienden a aproximarse.

Andrómeda esta situada a 42,16 grados de declinación[4], a continuación del grupo de estrellas conocido como Casiopea, relativamente cerca de la estrella polar[5], por consiguiente se encuentra entre los objetos celestes circumpolares, es decir, visibles en la mayoría del hemisferio norte durante todas las noches de nuestro año solar.

Me gusta observar Andrómeda con prismáticos en las noches despejadas de luna nueva. La excesiva luz de las ciudades hace difícil la observación del cielo, la Vía Láctea es prácticamente inobservable salvo que nos desplacemos unas decenas o centenas de kilómetros de las poblaciones más cercanas. Entonces, podremos observar otros objetos celestes: estrellas dobles, cúmulos abiertos y cerrados[6], nebulosas[7] y galaxias espirales y elípticas; eso sí, con telescopios.

La sola observación de Andrómeda (M31 según el catalogo de objetos celestes elaborado por el astrónomo francés Charles Messier en los años setenta del siglo XVIII) nos permite obtener una nueva visión de nuestra pertenencia a un universo cosmológico que nuestros antepasados no pudieron concebir o imaginar.

Hasta el siglo XVI nuestros antepasados vivieron en un mundo concebido bajo un modelo geocéntrico, mediante el cual el planeta Tierra estaba situado en el centro y todo giraba a su alrededor en esferas superpuestas que cada vez eran menos sostenibles ante las nuevas observaciones del espacio exterior. Las religiones se fundamentaban en este modelo teórico dado por cierto, concebido como verdadero y consiguientemente formando parte de los dogmas de obligada creencia.

El derrumbe del modelo gracias a los descubrimientos de Giordiano Bruno, Nicolás Copernico, Galileo Galileo, Johannes Kepler e Isaac Newton, los principales de entre otros muchos científicos y su sustitución por uno nuevo en el que el Sol es el centro y son los planetas, incluida la Tierra, quienes giran alrededor de la estrella que nos da la luz y por consiguiente la vida, supuso una nueva visión del cosmos y de nuestra posición dentro de él. Es de justicia reconocer que muchos años atrás, hace 2.300 años, un gran pensador, matemático y astrónomo griego, Aristarco de Samos, planteo y defendió el modelo heliocéntrico ante la incoherencia del geocentrismo; sin embargo no fue comprendido y acabo rechazado.

Los planetas se mueven gracias a determinadas fuerzas físicas y sus movimientos están sujetos a ciertas leyes de una precisión asombrosa. En su trayectoria no describen círculos perfectos sino elipses con una periodicidad determinada. El telescopio nos descubrió un Universo hasta entonces desconocido, aparecen a la vista del ojo humano nuevos satélites similares a nuestra Luna que giran alrededor de otros planetas. 

A partir de entonces se ensanchan los horizontes del conocimiento y caen los dogmas establecidos en cuanto a la concepción del universo. Ante un mundo cerrado, acotado y determinado por la fe se abre otro por descubrir, insospechado y apasionante. Los descubrimientos realizados por los grandes físicos del siglo XVI abren nuevos campos a la investigación en todos los aspectos, no solo en el mundo de la física, sino de la geología, de la medicina, la biología y de todas las ciencias que tienen que ver con la naturaleza en todas sus dimensiones. Esta ya no es patrimonio de los dioses, el hombre esta dispuesto a desentrañarla, a descubrirla, a buscar el origen y el fin de todas las cosas.

El camino acaba de iniciarse y supone el mayor desafío a las creencias religiosas basadas en un dios creador y supervisor de todas las cosas, incluidos los seres inteligentes.

Cuando observamos Andrómeda o la nebulosa de Orión, también visible con prismáticos, o nuestra propia Vía Láctea, sabemos que nuestro Sol no es el centro de nada, ni siquiera ocupa un lugar próximo al centro de nuestra galaxia, que tampoco ocupa el centro del Universo. De hecho no sabemos donde esta su centro, en caso de existir.

Somos una especie inteligente que habita el único planeta habitable conocido de una estrella, entre miles de millones de ellas que forman parte de nuestra galaxia (la Vía Láctea). El telescopio espacial Hubble, puesto en orbita alrededor de la Tierra en el año 1990, nos ha estado enviando imágenes del espacio profundo en donde coexisten millones de galaxias y nebulosas distantes a cientos de millones de años luz.

Hasta el momento se han descubierto centenares de planetas en diferentes sistemas solares pero no se han encontrado condiciones que permitan suponer la existencia de vida en ninguno de ellos. Nos encontramos en los inicios del descubrimiento del Universo, a pesar de los innumerables hallazgos de las últimas décadas.

En estos últimos tiempos la única especie inteligente conocida en el Cosmos ha conseguido desentrañar la materia y la energía hasta niveles extraordinariamente complejos e insospechados en las décadas pasadas. El átomo, inicialmente concebido como la mínima unidad de materia, esta formado por partículas elementales que de forma aislada ya aparecieron en la formación del universo, en los primeros segundos del Bing Bang[8]. Nuestro organismo esta compuesto de células invisibles al ojo humano pero visibles al microscopio, que a su vez están formadas por cadenas de moléculas entrelazadas en secuencias en las que se combinan átomos de oxigeno (61%), carbono (23%), hidrogeno (10%), nitrógeno (2,6%) y otros elementos en menor proporción.

Nuestras células, como la de todos los seres vivos, poseen la capacidad de reproducirse y de transmitir, en los procesos reproductivos, los caracteres genéticos a sus progenitores. 

Vivimos pues en un mundo en el que su observación le esta restringida a los seres vivos que lo habitamos, limitando su capacidad de observación y movimiento a los condicionantes naturales de cada especie y del entorno circundante. Sin embargo las características esenciales del ser humano, inteligencia, imaginación y raciocinio les ha permitido superar las fronteras naturales de sus sentidos externos y desentrañar el universo, su extensión cuasi-infinita y su infinitesimal estructura básica así como la naturaleza misma de la existencia; o al menos aproximarse a ella.   

Las diferentes disciplinas científicas, desde la física, la biología, la geología, la química, la astronomía, y mas recientemente la electrónica, las comunicaciones y la informática, se han confabulado para, sin ataduras religiosas, desmitificar la mayor parte de las creencias, las relacionadas con la creación, con la naturaleza de las cosas, incluidos los seres vivos y la especie humana, con la existencia de los paraísos extraterrenales, con las visiones cosmologicas e incluso con la ancestrales ideas interesadas de la inferioridad de la mujer. Es decir, los dioses han quedado arrinconados, minimizados, desposeídos de sus facultades creadoras y regidoras de universo, hasta su exclusiva subsistencia en las mentes de quienes se empeñan en negar las evidencias de los descubrimientos que nuestra especie ha conseguido realizar desde el momento en que se ha despojado de los condicionantes religiosas basados en dogmas, es decir en creencias no fundamentadas ni en la observación, ni en la experiencia, ni en el rigor del análisis intelectual o científico.

Somos parte del Universo, del conocido y del desconocido, nuestro hábitat ocupa un lugar diminuto, microscópico en relación con la escala universal, pero somos de una complejidad extraordinaria, todos los seres vivos lo son, pero nuestra especie dispone de una inteligencia desarrollada y de una conciencia de pertenencia a esta universo que nuestros científicos nos ayudan a entenderlo y concebirlo como nuestro.

En el año 1969, tras varios proyectos de investigación del espacio exterior, los norteamericanos lanzaron la primera nave espacial tripulada con destino a la Luna. Desde entonces infinidad de satélites orbiten el planeta Tierra con fines de distinta naturaleza llegando a convertirse en un problema la cantidad de tráfico circundante, incluido los materiales de desecho.

Pero no solo el planeta Tierra es objeto de la investigación espacial, diferentes naves se han lanzado hacia el planeta Marte para su exploración sobre el terreno y hacia los planetas gaseosos como Júpiter y Saturno y sus lunas sólidas, incluso hasta los confines de nuestro sistema solar.

De momento, sin salir del entorno de nuestro sistema solar, la observación del universo profundo nos permite captar radiación[9] de objetos celestes alejados de nosotros millones de años luz y desentrañar su composición, su estado de evolución en el pasado observable y su lejanía.

Formamos parte de este universo conocido y desconocido al mismo tiempo, por ello nuestros científicos intentan obtener el mayor grado de conocimiento del mismo, como se formo, cual es su composición, a que leyes obedece. De esta forma aumentara el conocimiento de nosotros mismos.

Nuestro planeta Tierra comenzó a formarse hace cuatro mil quinientos millones de años como consecuencia de la fusión de partículas sólidas, polvo y gases en rotación alrededor del Sol, igualmente en proceso de formación junto con el resto de planetas y satélites que giran alrededor de la estrella que vemos aparecer cada día en el horizonte. Tras múltiples procesos geotérmicos la Tierra se fue enfriando hasta dar origen a los continentes y llegar tras varios millones de años a la forma actual, con variaciones mínimas. Aun hoy mismo la tierra esta sujeta a movimientos tectónicos aunque inapreciables respecto de los momentos iniciales de su formación.

La Tierra tiene un origen que esta ligado al Sol sobre el que gira, de la misma suerte que su destino esta vinculado al agotamiento de su hidrogeno[10], a su expansión, hasta hacer insostenible la vida en la Tierra y finalmente el colapso y apagado solar tras algunos millones de años.

Naturalmente estos tiempos cósmicos tienen poco que ver con los ciclos vitales del ser humano. Es posible que la especie humana desaparezca mucho antes que el planeta. Somos parte del universo, hemos aparecido en un momento determinado y desapareceremos como especie en algún otro momento.

No seriamos la única especie en desaparecer, la geología, la espeleología, la antropología, han demostrado la existencia de especies anteriores desaparecidas, incluidas especies antecesoras de la nuestra[11], desde los Australopithecus hasta los más recientes Neanderthales que desaparecieron hace aproximadamente unos 28.000 años y convivieron con nuestra especie sapiens. En todo caso esta es la autentica realidad de la creación, mucho más creíble que cualquier otra y la que explica el origen de nuestra especie. Somos parte del proceso de formación del sistema solar y de nuestro planeta Tierra y de la evolución de las especies.

Con todo lo dicho abandonemos las antiguas creencias, seamos ciudadanos del Cosmos, tengamos una visión amplia del mismo, no seamos localistas, aceptemos la nueva realidad, desterremos mitos ancestrales, viajemos hacia nuevas metas, hacia un horizonte que se abre sobre si mismo a medida que nos aproximamos a él, despejemos la mente, destruyamos barreras, construyamos una nueva cultura, demos el salto a una nueva era, a una nueva civilización, un salto definitivo hacia la libertad y el conocimiento.

   
                                                                                  Septiembre de 2013

Lecturas y videos recomendados[12]
                                                                                 




[1] Galaxia: Es un conjunto de millones de estrellas y de concentraciones de gases que se mueven en forma elipsoidal, espiral o irregular. En su interior hay millones de nebulosas, agujeros negros y materia oscura.

[2] Vía Láctea: Visible en las noches despejadas de luna nueva como una franja lechosa y repleta de puntos luminosos.

[3] Año luz: Es la distancia recorrida por la luz (viaja a casi 300.000 Km/seg) en un año. La estrella más cercana a la Tierra es alfa-centauro y esta a 4,3 años luz, es decir su luz tarda 4,3 años en llegar a nuestro planeta. 

[4] Ascensión recta y declinación: Para localizar cualquier objeto celeste es preciso disponer de unas coordenadas. Bajo el Sistema Ecuatorial la ascensión recta es la distancia angular del objeto respecto del punto Aries (intercepción ente el ecuador celeste y la eclíptica) en dirección Este y la declinación la distancia angular del objeto respecto del ecuador celeste (proyección del ecuador terrestre).

[5] Estrella polar: Goza de una posición privilegiada al estar situada en la proyección del eje polar terrestre en dirección Norte, sirviendo por ello como referente para la navegación marítima y para la observación astronómica.

[6] Cúmulo de estrellas: Conjunto de estrellas que ocupan una región determinada del espacio. Por su densidad de agrupamiento se distinguen entre globulares y abiertos.

[7] Nebulosa: Nubes de gas, principalmente hidrogeno y helio en continuo movimiento. En ella se forman las estrellas.

[8] Big Bang: Teoría que explica el origen del universo desde una singularidad consistente en una liberación de energía que dio origen a la materia en forma de electrones, positrones, fotones y otras muchas partículas elementales que fueron expandiéndose como fruto de la gran explosión y uniéndose hasta dar origen a los átomos de hidrogeno y posteriormente de helio, comenzando así el origen de las estrellas.

[9] Radiación: Propagación de energía en forma de onda electromagnética en diferentes longitudes de onda y de partículas subatómicas.

[10] Hidrogeno: Las estrellas están compuestas fundamentalmente por átomos de Hidrogeno que fusionan entre si dando origen a átomos de Helio y en proporciones muy reducidas a elementos más pesados. Cuando el Hidrogeno se agota la estrella se expande para colapsar después sobre si misma desprendiendo una enorme cantidad de energía y materia a su alrededor.  La fisión nuclear, contrario a la fusión, es el fundamento de las bombas atómicas cuyo proceso consiste en la escisión de átomos de determinados elementos químicos (p.e. el hidrogeno) y la liberación de una extraordinaria cantidad de energía 

[11] Australopithecus, Homo habilis, Homo rudolfensis, Homo ergaster, Homo erectus, Homo antecesor, Homo heidelbergensis, Homo Neanderthalensis, Homo Sapiens.


[12] Lecturas y videos recomendados: 

Antiguo Testamento. Génesis. Cualquiera de sus ediciones.

Charles Darwin (1998). El origen de las especies. Espasa Calpe. Madrid.

Stephen Hawking y Leonard Mlodinow (2010). El gran diseño. Editorial Crítica. Barcelona.

John Maynard Smith y Eörs Szathmáry (2001). Ocho hitos de la evolución: Del origen de la vida a la aparición del lenguaje. Tusquets editores. Barcelona.

David Garfinkle y Richard Garfinkle  (2010). El universo en tres pasos: Del Sol a los agujeros negros y el misterio de la materia oscura. Editorial Crítica. Barcelona.

UNED (2010). Prehistoria. Las primeras etapas de la humanidad. Editorial Universitaria. Madrid.

Eduardo Punset (2008). Porque somos como somos. Editorial Santillana. Madrid.

Manuel Toharia (1998). Hijos de las estrellas: La respuesta de la ciencia a los enigmas del hombre y el universo. Ediciones Temas de Hoy. Madrid.

Josef H. Reichholf (2009). La invención de la agricultura. Critica. Barcelona.

Antonio Damasio (2010). Y el cerebro creó al hombre. Ediciones Destino. Barcelona

Paúl Kriwaczek (2010). Babilonia. Mesopotamia: la mitad de la historia humana. Ariel. Madrid.

Marvin Harris (1989). Nuestra especie. Alianza editorial. Madrid.

Mircea Eliade (1974). Herreros y alquimistas. Alianza editorial. Madrid

Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro (2004). Atapuerca, perdidos en la colina. Ediciones Destino. Barcelona.

Michio Kaku (2009). Física de lo imposible. Ed. Debate. Barcelona.

Dampier-Whetham (1931). Historia de la Ciencia y sus relaciones con la Filosofía y la Religión. Aguilar Editor. Madrid.

Michel Serres (1998). Historia de las ciencias. Ediciones Cátedra. Madrid.

Gabriel García Voltá y Joan Carles Marset (2009). Probablemente Dios no existe. Editorial Planeta. Barcelona.

Jorge Morales de Castro (2009). Historia de las religiones: Los grandes cultos y creencias. Editorial Libsa. Madrid.

Richard Dawkins (2009). El espejismo de Dios. Espasa Calpe. Madrid.
     
Juan Eslava Galán (2011). El catolicismo explicado a las ovejas. Editorial Planeta. Barcelona.

Naney Ellen Abrams (2011). El nuevo universo y el futuro de la Humanidad.  Antoni Bosch editor. Barcelona.

Carl Sagan (2000). Cosmos (videos). Track Medcia. Barcelona.

Stephen Hawking (2010). El universo de Stephen Hawking (videos). Track Media. Barcelona.

Pioneer Productions (2010). La historia del universo (videos). Track Media. Barcelona

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