Los creyentes en Dios dan por
supuesto que este existe sin argumento alguno que lo refrende, si acaso se
basan en ciertos textos llamados “sagrados” que dicen contener la palabra de
Dios. Dejemos a un lado a quienes ven a Dios en la vida cotidiana o en su
interior. Partiendo de los mencionados textos, en donde se le concede ciertos
atributos de omnipresencia, omnisciencia, omnipotencia, infinitud, perfección,
bondad y creador de los cielos y de la
tierra, de los seres vivos, incluidos los humanos y, en suma, de todo lo
conocido y por conocer, las religiones monoteístas han fortalecido ésta idea de
Dios con infinidad de especulaciones pseudofilosóficas y teológicas, que han
sido convertidas en dogma o en principios éticos cuestionables.
Podríamos hablar de Dios, pero
partiendo de otras bases, dejando a un lado sus atributos y la llamada fe como
escudo para eludir el debate. Partamos de una base de conocimientos actualizada,
muy distinta de la existente en los inicios de las civilizaciones, de la que
aún perduró en las llamadas edades Media y Moderna y de la que aún sostiene algunas
sociedades cerradas de nuestro mundo actual. Si para un creyente en Dios es aceptable
partir de la base de un Dios creador sin más ¿por qué no admitir otra base de
partida? Quizás llegue a conclusiones reveladoras.
Admitamos como primer punto de
partida la visión cosmológica actual. Si Dios encontró acomodo en un universo
limitado a nuestro planeta Tierra, centro del mundo sobre el que gira todo lo
conocido incluido el Sol que nos la vida, y mas tarde en otro heliocentrista,
por que no puede acomodarse en un universo sin centralidad, en donde los puntos
luminosos que vemos en el firmamento son astros generadores de luz como
consecuencia de explosiones nucleares que tienen lugar en su interior, soles
que tienen una vida limitada como todo lo existente. El problema es que si nos
basamos en esta visión los textos llamados sagrados quedan obsoletos, como así
ocurre con todo con el paso del tiempo. Resultaría entonces que Dios no creo la
luz, ni la Tierra, porque en esta base de la cual partimos que describe como se
formo el universo, como este se expandió y continua expandiéndose, como se
formaron las galaxias y los sistemas solares y como estos evolucionan, no aparece en ningún momento
intervención divina alguna. Podría alegarse que Dios está en el inicio de todo,
que es el creador primigenio. Estaríamos ante un problema de similares características
al que se enfrentan los científicos cuando se preguntan por lo precedente al
momento cero del Big Bang, aunque al parecer los científicos también tienen
respuesta para ello, al no existir ni el espacio ni el tiempo no se puede
hablar de lo anterior al inicio del universo, pues el tiempo y el espacio aparecen
con él. ¿Qué es más convincente, esta respuesta o la existencia de un Dios del
que no hemos vuelto a tener noticias? Quizás la primera nos deje en la
incertidumbre, lo que no es sino punto de partida para indagar en nuevos
conocimientos, y la segunda entre de lleno en el pensamiento mágico y por tanto
en el conformismo y en el mundo de las emociones.
Vayamos a un segundo punto de
partida, la evolución de las especies. Admitamos que el planeta Tierra se
comenzó a formar hace unos 4.500 millones de años, que los periodos solares han
cambiado, que después de múltiples periodos convulsos aparecieron (además de
las plantas) los primeros seres vivos en forma de bacterias, que estas dieron
origen a los primeros gusanos (por abreviar) y posteriormente a peces, reptiles
y anfibios hasta llegar a los primeros mamíferos hace tan solo 66 millones de
años y a los primeros homínidos hace escasamente 1,6 millones de años. Y que
esta evolución es fruto de constantes mutaciones en las que sobrevivían los
seres mejores desarrollados y más adatados al entorno, y que durante ese larguísimo
periodo muchas especies desaparecieron y otras emergieron bajo las nuevas
condiciones ambientales. Este punto de vista tiene, como el anterior, el
inconveniente de contradecir a los textos sagrados que especifican un modelo de
creación muy simplista y contrario a los descubrimientos realizados por el
máximo exponente de la creación, según dichos textos, como es el hombre (aunque
deberíamos decir ser humano). Todo esto sin eludir la posibilidad de que en otros planetas de
sistemas solares lejanos se hayan dado condiciones posibilitadoras de nuevas
formas de vida, similares o distintas a las de nuestro planeta, asunto sobre lo
que los textos sagrados no dicen absolutamente nada.
Hablemos de Dios, pero partamos
de esta base de soporte científico, a menos que menospreciemos a la ciencia, y
con ello a la capacidad del ser humano de entender lo que ocurre a su alrededor
y de negarle el derecho a tratar de averiguar que se esconde detrás de los fenómenos
que observamos. Pero nadie con dos dedos de frente sería capaz de negar la
validez de los descubrimientos científicos, sería como negar su realidad
cotidiana, desde el uso de la medicina hasta la tecnología de Internet.
Cualquier creyente debería de aceptar un debate bajo estos supuestos, que en
todo caso tiene más carga de profundidad que los basados en ideas preconcebidas
sin fundamento razonable. Cierto es que muchos creyentes prefieren ignorar la
realidad y vivir en un mundo de fantasía, que no niego le sirva de consuelo.
Pero para quienes quieran entrar
en el debate, les invitaría a que averigüen donde se encuentra Dios en este
nuevo contexto.
SOBRECOGE LA FACILIDAD QUE TIENES PARA NO MENTIR. NECESITAMOS GENTE COMO TÚ QUE MACHAQUE DIARIAMENTE A ESOS MILLONES DE BUENAS PERSONAS QUE SÓLO TIENEN FE, FALTÁNDOLES EL RESPETO, AL SER ESTE MUCHO MÁS ÚTIL PARA UNA SUBSISTENCIA PACIFICA DE TODOS NOSOTROS Y,,, NOSOTRAS, A 2016.
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