No todo el mundo siente las mismas emociones, ni percibe las mismas sensaciones ante la visión de una película, ocurre así en todo aquello que percibimos, ¡el cerebro es tan particular! Viene a propósito de la última película, Regresión, de Alejandro Amenábar. Con independencia de la calidad de la misma, de su trama argumental, de un guión mejor o peor elaborado, lo cierto es que plantea un asunto que tiene que ver con los recovecos de la mente y con la histeria colectiva. Las creencias en seres inanimados, léanse dioses, espíritus, fantasmas o demonios, cuando aquellas son firmes y están arraigadas en base a una educación encorsetada en los supuestas verdades derivadas de tales creencias, puede llevar a quienes en ellas creen a pensar que los fenómenos naturales, las vicisitudes de la vida e incluso las propias vivencias ocurren por la voluntad de dichos seres, a los que consideran artífices de su propio “destino”.
En
los tiempos pasados, cuando los conocimientos sobre los fenómenos naturales
eran escasos o nulos no cabía sino atribuirles a los dioses cuanto ocurría en
torno a los humanos, siempre bajo la orientación interesada de los brujos,
chamanes y sacerdotes, intermediadores entre lo divino y lo humano, lo
espiritual y lo material. Catástrofes naturales, desgracias colectivas
(epidemias, sequías, inundaciones,…) o personales (enfermedades, muertes
prematuras,…) fueron atribuidas a la voluntad de los dioses como castigo ante
la perversión humana. Dioses castigadores y benefactores al mismo tiempo, voluntad
incuestionable para bien o para mal, resignación, sacrificio, esperanza, valores
supremos de las religiones. Cuando no, es el diablo quien esta presente, el eje
del mal.
En
los tiempos modernos, a pesar de los conocimientos adquiridos sobre el origen
de las cosas, persiste el determinismo religioso, cuya presencia solo es concebible,
quizás, por dos razones: la ignorancia o las debilidades de la mente. Las fantasías
de la mente interpretadas como hechos ocurridos realmente, cuando estos son
atribuidos a esos seres intangibles, irreales, y son creídas, extendidas,
ampliadas y manipuladas por quienes creen en ellas o las utilizan para el
ejercicio dominante de las mentes de los demás, pueden llegar a generar
problemas de histeria colectiva y conducir a situaciones extremas. Por
desgracia, aún en los tiempos presentes, hay infinidad de personas que confían
en los nuevos adivinos, brujos, chamanes, echadores de cartas, astrólogos y
demás profesionales del engaño, o de lideres sectarios, predicadores
evangélicos y personajes mesiánicos, vendedores de felicidad, incluidos los
“mas dignos representantes de la religiosidad oficial” y que siguen sus
recomendaciones, poniendo sus vidas en sus manos y tomando las decisiones
emanadas, no de su propia voluntad, sino de la de aquellos a quienes consideran
sus lideres espirituales.
Quienes
no han desarrollado un pensamiento critico, de ahí la importancia de una
educación basada en la libertad de conciencia y no en el adoctrinamiento
religioso, son mas fácilmente manipulables por sectas de diversas índoles,
incluso demoníacas, que dirigidas por esos hábiles y persuasivos predicadores, auténticos
embusteros, mensajeros de la locura, pérfidos visionarios, lideres poseedores
de un magnetismo cautivador, pretenden dar a sus seguidores aquello que creen
necesitar, hasta convertirlos en seres alienados, que en ocasiones dan todo lo
que tienen, por poco que esto sea, para someterse a sus designios en la
creencia de que la pertenencia a un grupo espiritual le hace mas seguros y mas
felices.
Cuando
aquellos que creen en seres inanimados se entregan ciegamente a los nuevos
misioneros del destino y confunden la realidad con la fantasía, se convierten
en el caldo de cultivo para la explosión de la histeria colectiva. De la misma
forma que quienes consumen droga hasta la adicción deben someterse a un
tratamiento de desintoxicación, aquellos que han recreado en su cerebro seres
imaginarios debieran, igualmente, someterse a un proceso de racionalización de
sus procesos mentales para erradicar el mal de su cerebro, sin exorcismos ni
regresiones.
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