NT (Texto bíblico): Seiscientos mil infantes han
de alimentar Moisés y le pregunta a Yavé, si bastará con degollar todas las
ovejas y todos los bueyes, si bastaran todos los peces del mar. Yavé le
contesta ¿Acaso se ha acortado el brazo de Yavé? (Num. 11.21-23).
CM (comentarios): Parece como si solo contasen
los soldados, ¿Qué hay de las mujeres, ancianos, niños y niñas? Hemos de
suponer que las personas a alimentar debían de estar muy por encima del millón.
Pero los textos bíblicos se preocupan escasamente de cómo estaba organizada la
vida de este pueblo errante, de cómo se abastecía para alimentarse, de cuales
eran las riquezas del ancho desierto del SINAB, de cómo dar de beber a una
población tan elevada en continuo caminar. Por el contrario, el interés de los
textos esta en establecer los preceptos de Yavé y el modo de hacerle ofrendas.
Así que, ahora, se plantea como
alimentar a una población cansada de caminar, hambrienta, desalentada,
desorientada, desconfiada, desconcertada, incomprendida, temerosa de un dios
cruel y caprichoso y sintiéndose abandonada en un inhóspito desierto sin rumbo
cierto.
Moisés no sabe si incluso
degollando a todos los animales que les acompañan habrá suficiente comida para
todos. Pero, ojo, que si degollan a todos los animales no quedara ninguno para
las ofrendas a Yavé, lo que será para éste mas importante que la alimentación
de su pueblo.
Pero Yavé, no comprende, a pesar
de su infinita capacidad de comprensión, el hambre de su pueblo, ni sus
angustias, ni sus dudas, ni su cansancio, ni su descreencia en él. ¿Acaso se ha
acortado el brazo de Yavé? es cuanto es capaz de decir, lo que presagia un
nuevo castigo ante la desconfianza de su pueblo.
NT: Reunidos los setenta
ancianos, el espíritu de Yavé se poso en ellos y comenzaron a profetizar y no
cesaban. Vino un viento trayendo desde el mar codornices, que dejo sobre el
campamento hasta la altura de dos codos. Aún tenían la carne entre sus dientes
y encendiese contra el pueblo el furor de Yavé que hirió al pueblo con una
plaga (Num. 11.24-35).
CM: No sabemos cuantos animales
se sacrificaron para alimentar en demasía al pueblo, ni al parecer importa,
salvo el prodigio de Yavé, quien no conformándose con hacer hartar a su pueblo
de carne hasta la vomitera, le envía una plaga de codornices para que el
hartazgo sea mayor, hasta quedar sepultado (porque allí quedo sepultado el
pueblo glotón (Num. 11.34)). La venganza de Yavé no conoce límites.
NT: Maria y Aarón murmuraban de
Moisés y oyolo Yavé, quien mando a los tres a reunirse en el tabernáculo y
dirigiéndose a los dos primeros les dijo: mi siervo Moisés es en toda mi casa
el hombre de confianza, cara a cara hablo con él, y a las claras, no por
figuras. ¿Cómo os habéis atrevido a difamarle? Y una vez retirado Yavé,
apareció Maria cubierta de lepra. Tras el ruego de Arón a Moisés, éste imploro
a Yavé que sanase a Maria y ésta fue expulsada del campamento por siete días
(Num. 12.1-15).
CM: Deja claro Yavé que solo
Moisés es la persona de su confianza y a quien se dirige para que sea su
portavoz y nadie más, de forma que no consiente murmuración alguna sobre su
protegido y lugarteniente. Y, como siempre, cualquier actitud contraria a su
voluntad es castigada con los castigos mas crueles, aunque en ocasiones atienda
las suplicas de Moisés y alivia la pena impuesta.
Es sorprendente el comportamiento
de Yavé que se dirige directamente a Aron y Maria (que por cierto no había
aparecido hasta ahora y al parecer es hermana de ambos) para reprenderle,
entrando en consideraciones demasiados mundanas para tal alto personaje.
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