NT (texto bíblico): El segundo mes del segundo
año, a veinte del mes, se alzo la nube y los hijos de Israel marcharon por
etapas, del desierto de Sinab al de Farán, en donde la nube se paró (Num.
10.11-13). Relata a continuación el orden de partida, en primer lugar los hijos
de Judá, enumerando los distintos jefes de cada tribu y sus correspondientes
hijos (Num. 10.14-36).
CM (comentarios): Todo un ejercito de más de
seiscientos mil soldados, acompañados de mujeres, ancianos, niños y niñas se ha
puesto en marcha camino de la tierra prometida, tierra habitada por quienes
serán, a su termino, enemigos de Israel y por consiguiente enemigos de Yavé; el
contradictorio Yavé. Una nube, que desafía el curso natural de las borrascas y
que probablemente les daría sombra para soportar el duro calor del desierto,
les guiara; la imagino aterciopelada y sonriente con un alargado brazo que
indica la dirección de la marcha y que se encoge en el momento de la parada.
Extraño modo de dirigir un ejército, hasta el punto de que no se ha tenido
noticias de algo parecido, ni en tiempos de Alejandro Magno, ni de Julio Cesar,
ni de Napoleón por señalar algunos de los grandes ejércitos de la historia.
Quizás Yavé después de hacer llegar a su pueblo a la ansiada tierra prometida
no le quedaran fuerzas para más hazañas.
NT: Aconteció que el pueblo se
quejo y al oírlo Yavé ardió en ira y encendió un fuego que abrazo una de las
alas del campamento. Clamo el pueblo a Moisés y éste oró a Yavé y el fuego se
apago (Num. 11.1-3).
CM: El pueblo de Israel esta
llamado a no quejarse, ha de soportar las durezas, las penurias, la escasez de
alimentos, la sed, en silencio, sin el menor asomo de disgusto, sino con
agrado, porque del agrado de Yavé es el sufrimiento al que están siendo sometidos.
La más mínima queja será castigada, sin paliativos, sin tener en cuenta las
consecuencias, y aun a pesar de las consecuencias.
Yavé quiere un pueblo sometido,
sin voluntad, destinado a la voluntad de su dueño y señor, dispuesto a adorarle
y venerarle, a ofrecerle en sacrificio el fruto de su esfuerzo y de su trabajo.
Que extraordinario mensaje para los dignatarios de los distintos territorios, ávidos
de dictar normas y dictámenes para su particular beneficio. Que valiosa
aportación, la de los llamados textos sagrados, de someter a la voluntad del
hacedor aquello que en realidad es voluntad de los hombres, de los hombres que
disponen del poder sobre los demás. Que grandiosa idea la de mantener en la
ignorancia al común de los mortales, para beneficio y disfrute de las minorías
dominantes, religiosas y civiles; pues tratándose de anular la voluntad de los
seres humanos, ambos intereses van a la par.
NT: Dijo Moisés a Yavé: “¿Por qué
tan mal tratas a tu siervo? ¿Por qué no ha hallado gracia a tus ojos y has
echado sobre mí la carga de todo este pueblo? ¿Dónde tengo yo carne para
alimentarlo? ¿Por qué llora a mí clamando: danos carne que comer? Yo no puedo
soportar solo a este pueblo. Me pesa demasiado. Si así has de hacer conmigo,
dame la muerte, te lo ruego; y si es que he hallado gracia a tus ojos, que no
me vea ya más así afligido” (Num. 11.10-15).
CM: Escalofriante confesión y
ruego el que hace Moisés, incapaz, por razonable, de entender el comportamiento
de Yavé hacia su pueblo, hacia sus siervos, y hacia él en particular como
responsable de la conducción de sus compatriotas a un destino incierto, por muy
prometido que fuera.
Nunca estuvo Moisés dispuesto a
asumir la tan alta tarea que Yavé le había encomendado, de hecho la ayuda de
Arón, su hermano, como su lugarteniente, obedecía a un ruego extremo de Moisés
ante Yavé, en el que aquel exponía su incapacidad para la difícil misión
encomendada.
Moisés sabe que los
acontecimientos discurren de tal manera por voluntad de Yavé, quien, dotado de
poder tan extremo, pudiera disponer de su pueblo de manera bien diferente.
Viéndose incapaz de resistir por más tiempo las demandas razonables de su
pueblo y no entendiendo las razones de Yavé para tal comportamiento, pide a
éste que disponga de su vida o de lo preciso para aliviar su aflicción.
Moisés podía haber optado por
ponerse al frente de una sublevación de su pueblo contra Yavé, pero Moisés le
teme, sabe del poder de aquel y hasta donde puede llegar su ira; y además sigue
considerándose su siervo. Nada diferente de los creyentes actuales, temen a su
dios (el truco de la condena eterna), ese temor que es la base de las
religiones monoteístas basadas en la Biblia, y con ello se convierten en
siervos, ignorancia llevada al extremo.
NT: Dijo entonces Yavé: Elígeme a
setenta varones de los hijos de Israel, ancianos del pueblo y de sus
principales y tráelos a la puerta del tabernáculo,… para que te ayuden a llevar
la carga del pueblo y no la lleves tú solo. Y di al pueblo: Santificaos para
mañana y comeréis carne,… no un día, ni dos, ni cinco, ni diez, ni veinte; la
comeréis todo el mes, hasta que os produzca nauseas, por haber menospreciado a
Yavé (Num. 11.16-20).
CM: Yavé, como observamos,
atiende la suplica de Moisés y le permite elegir a setenta varones (las mujeres
al ser seres inferiores, según los textos bíblicos, están excluidas de cualquier
tipo de responsabilidad), ante su incapacidad para decidir por si mismo, entre
los mejores para que le ayuden en las tareas de gobierno. Ya en el Éxodo se relata
la disposición de los setenta ayudantes de Moisés, sin la suplica tan
angustiosa, de éste.
Y atiende también la suplica del
pueblo, que se queja de haber salido de Egipto en donde comían de todo. Les
dará de comer, pero lo hará en demasía, hasta que vomiten; Yavé suele castigar
y cuando premia lo hace hasta que el premio se torne en castigo; ¿quieres
carne? Pues la tendrás en demasía. Así es Yavé, a quien se tiene por
misericordioso.