Debiera resultar difícil de
entender que se cometan asesinatos en nombre de alguna religión (1), pero es lo que
ha ocurrido desde que éstas hicieran su aparición y, “probablemente por
voluntad divina”, continua ocurriendo en nuestros días. No es raro el día en
que no conocemos alguna noticia, lo que no quiere decir que no se produzcan
muchas mas, en la que personas, creyentes o no, son perseguidas, torturadas y
asesinadas por el incumplimiento de alguna norma que los integristas religiosos
consideran como de obligado cumplimiento. Aplican el escarmiento público de
manera brutal, -eficaz método
preventivo-, el apaleamiento, la horca, la flagelación y la decapitación;
practica ésta última puesta de moda por el grupo terrorista-integrista del autodenominado
Estado Islámico. Para sus campañas de comunicación e intimidación utilizan las
nuevas tecnologías colgando en Internet el resultado de sus brutales crímenes,
pero prohíben a los niños y niñas ver la televisión, utilizar el ordenador o jugar,
puesto que han de ser educados para ser futuros yihadistas, o lo que es lo
mismo, educados para el ejercicio de la barbarie, de la crueldad extrema, del
odio hacia occidente y hacia quienes entre sus correligionarios no asumen sus
principios malvados, algunos de ellos recogidos en el Corán e interpretados de
manera literal o de la manera más conveniente para sus intereses y llevados a
extremos de máxima intolerancia con las victimas.
Este libro citado, como el resto
de los libros denominados sagrados, que tantos males ha traído a la humanidad,
recoge en el segundo versículo de la Sura II que es el libro que no ofrece
duda, es la dirección de los que temen a Alá (siempre el temor); de forma que
basta con interpretar que todo lo que allí se dice es cierto y tener la
intención de aplicarlo para justificar y alimentar todo tipo de atrocidades en
favor de la guerra santa, del trato discriminatorio a la mujer o la
identificación de la ley islámica con la ley civil. Y es esto lo que hace el
integrismo religioso islamista, la configuración de un Estado Islámico bajo la
dirección de una única autoridad religiosa, el califa.
En el autollamado Estado Islámico
persiguen y expulsan a los cristianos, tal como estos hicieron algunos siglos
atrás con musulmanes y judíos, ejecutan a quienes permaneciendo en el lugar no
aceptan convertirse al Islam, nada diferente de lo que hicieron los cristianos
en su momento, persiguen, torturan y ejecutan a quienes profesando el Islam no
cumplen con sus preceptos, o al menos en la forma en que ellos entienden que
han de cumplirse, tampoco diferente del comportamiento que la Iglesia de Cristo
ha llevado a cabo a lo largo de su demasiada larga historia. Quizás la única
diferencia esté en el momento histórico en que se desarrollan los hechos.
Como ocurría en tiempos pasados
con el cristianismo, a nadie se le ocurre levantar la voz frente a la barbarie,
frente a la ignominia a que someten a personas inocentes, por el miedo tremendo
a ser tratado del mismo modo. De esta forma quienes caen dentro del Estado Islámico
se ven obligados a colaborar o a ser exterminado. Mientras tanto pasaran ante
nuestros ojos imágenes de soldados o periodistas occidentales decapitados,
cristianos perseguidos o asesinados, personas de su misma religión flageladas
por no asistir a las oraciones, hombres condenadas a muerte por supuestas
expresiones blasfemas, mujeres asesinadas por falta de decoro en sus
vestimentas y finalmente el sometimiento de la mujer a los deseos del hombre,
hasta el punto de someterlas a casamientos forzados y a la esclavitud sexual o
a ser asesinadas si persisten en la resistencia.
Repasemos algunos versículos de
El Corán que pueden ser considerados como perlas de extraordinario valor para
quienes pretenden buscar en ellas justificación moral para sus comportamientos
criminales: ¡Oh creyentes! Combatid a los infieles que os rodean, que hallen
siempre en vosotros una acogida dura (Sura 9.123). Cuando encontréis infieles, golpeadles
en el cuello hasta someterle (¿decapitación?) y estrechad fuertemente las
trabas de los cautivos (Sura 47.4). No sois vosotros quienes lo matáis, sino
Dios (Sura 8.17). En cuanto al ladrón y a la ladrona, les cortareis las manos
como retribución a la obra de sus manos (Sura 5.42). Los hombres tienen
autoridad sobre las mujeres. Las mujeres virtuosas son obedientes y sumisas. Reprenderéis
a aquella cuya desobediencia temáis; las relegareis en lechos aparte, las
azotareis, pero tan pronto como os obedezca no le busquéis camorra (Sura 4.35).
Si vuestras mujeres cometen acción infame, llamad a cuatro testigos. Si sus testimonios
concurren contra ella, encerradlas en casa hasta que la muerte le llegue (Sura
4.16)
Los bien pensantes pueden alegar
que los “Libros Sagrados”, la Biblia entre ellos, no deben interpretarse al pie
de la letra, o que su interpretación debe ajustarse a los tiempos que vivimos, pero
lo cierto es que hay quienes lo interpretan de la manera que le es mas
favorable para sus intereses; de ésta suerte, para quienes entienden que se encuentran
en guerra contra el infiel, los citados textos le vienen como anillo al dedo.
Así fue durante largas centurias para el cristianismo por mucho que se pretenda
ignorar el pasado. La religión al servicio del poder, cualquiera que sea su
modalidad.
Nota: El número de personas
ejecutadas por el Estado Islámico, desde su creación en junio de 2014, es
superior a 1.800, al margen de las decenas de miles de personas muertas en las
acciones bélicas y terroristas.
(1) Apenas
24 horas antes de la publicación de éste articulo, en nombre de Alá, 12
periodistas han sido asesinados en Paris por unos islamistas radicales.
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