NT (texto bíblico): Sed santos porque santo soy
yo. Tema cada uno a su padre y a su madre y guardad mis sábados. No vayáis tras
los ídolos. Cuando ofrezcáis a Yavé un sacrificio pacifico, la victima será
comida el día de su inmolación o al día siguiente, si alguno comiere al tercer
día, será una abominación, el que lo haga contraerá reato y será borrado de en
medio de su pueblo (Lev 19.1-8).
Cuando hagáis la recolección, no
segaras hasta el límite extremo de tu campo, ni recogerás las espigas caídas,
ni recogerás la fruta caída, lo dejaras para el pobre y el extranjero (Lev
19.9-10).
CM (comentarios): Yavé se considera a si mismo
santo, libre de toda culpa, lo que entra en la lógica del creador, ante quien
los humanos, el ultimo fruto de su creación, han de expiar los pecados. ¿Ante
quien tendría que expiar Yavé sus propios pecados? ¿Ante quien o qué tendría
que rendir cuentas? No hay nada ni nadie superior a él, por consiguiente no
cabe suponer sino que esta exento de culpa. Por tanto, aquellos actos cometidos
por Yavé y relatados en los textos bíblicos, que puedan ser considerados como
delictivos, genocidios en algunos casos, están exentos de culpa por estar
sujetos a la exclusiva perspectiva de la divinidad; imposible de comprensión
por parte de los miserables seres que habitamos la Tierra.
Yavé es santo y su pueblo debe
imitarle, sedlos vosotros también. Extraña forma de entender la santidad.
Mandata Yavé que no se vaya
detrás de los ídolos. Es exactamente lo contrario que hacen los católicos, tan
seguidores de la Sagradas Escrituras, en donde según ellos está contenida la
palabra de Dios, cuando adoran a tantas imágenes, reproducciones en diferente
formato del Dios Padre o de su hijo encarnado, de la madre del Hijo, representada
en una variedad casi infinita de imágenes de diferentes nombres, tamaños y
colores, envueltas en vestidos de diseño variado según el lugar o el motivo de
las celebraciones. La imaginaria religiosa cristiana es objeto de veneración y
de rituales, que, lejos de la búsqueda de la santidad, entroncan más con la
tradición pagana y el folclore.
De nuevo, y aunque no viene a
colación, introduce el escritor bíblico una anotación mas del sacrificio ya
considerado en los textos anteriores, lo que muestra esta obsesión enfermiza
por el sacrificio de animales y su ofrenda al nunca saciado Yavé. Quien coma de
la carne sacrificada al tercer día habrá profanado lo consagrado a Yavé y una
vez más, será borrado de entre su pueblo. Lo importante no es advertir de un
posible mal estado de la carne, putrefacción incipiente o avanzada, con el
consiguiente perjuicio para la salud del comensal, sino dejar constancia, en
todo momento, del temor al castigador Yavé.
Acaban estos párrafos con un acto
realmente bondadoso, caritativo, novedoso hasta ahora, como dejar parte de la
cosecha en los campos, con objeto de que los pobres y extranjeros puedan
alimentarse. La Biblia reconoce la existencia de pobres, no estamos seguros de
si estos pobres son pobres israelitas o se refiere a aquellos que deambulan por
los campos recogiendo los frutos de las cosechas ajenas para sobrevivir.
Continúa Yavé estableciendo su
código de conducta, de obligado cumplimiento para su pueblo elegido o dicho de
otra forma su Estado teocrático.
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