NT (texto bíblico): Todo hombre de la casa de
Israel o extranjero que coma sangre de animal cualquiera, yo me volveré contra
el que coma sangre y le borrare de en medio de su pueblo, porque la vida de la
carne es la sangre y yo os he mandado ponerla sobre el altar para expiación de
vuestras almas (Lev 17.10-11).
CM (comentario): De nuevo el castigo es la
aniquilación del infractor. La sangre es la vida y por consiguiente debe ser
consagrada en sacrificio a Yavé para expiar las culpas de los hijos de Israel,
extendible a los extranjeros que habiten en medio de ellos quienes están
obligados a adaptarse a la legislación establecida por Yavé para su pueblo
elegido. En esta ocasión al extranjero se le pone al mismo nivel de los
israelitas, pero para cumplir con sus reglas y mandamientos, en ningún caso
tendrá la consideración del cruel y vengativo Yavé, para quien solo cabe el
odio para con el extranjero, por muy hijo suyo que sea, como creador de la humanidad
según él mismo manifiesta.
NT: Yavé hablo a Moisés diciendo:
Habla a los hijos de Israel y diles que yo soy Yavé, vuestro Dios. No haréis lo
que se hace en la tierra de Egipto,
donde habéis morado, ni haréis lo que se hace en la tierra de Canán, adonde
yo os llevo, no seguiréis sus costumbres. Practicareis mis mandamientos y
cumpliréis mis leyes (Lev 18.1-4).
CM: Yavé vuelve a insistir en que
él es Yavé, el Dios de Israel, enfatiza esta afirmación para dar peso a lo que
viene a continuación. Deberán olvidarse de las costumbres adquiridas en Egipto,
de sus leyes y hábitos adquiridos, tampoco deberán adaptarse a lo que vean en
Canán, la tierra de destino, no aceptaran sus leyes, sino el cuerpo legislativo
que él esta desarrollando e imponiendo durante el largo camino que les lleva a
la tierra prometida. Renegarán de sus costumbres pasadas, rechazaran las
costumbres de los pueblos que van a conquistar e impondrán la ley de Yavé por
la fuerza de las armas.
A partir de ahora se creará una
teocracia, Yavé ha legislado para las generaciones futuras, que deberán cumplir
con la legislación impuesta por él, siempre bajo el terror, la amenaza de la
aniquilación total.
NT: Guardareis mis leyes y mis
mandamientos. Ninguno de vosotros se acercará a una consanguínea suya para
descubrir su desnudez. No descubrirás la desnudez de tu padre ni de tu madre,
ni de la mujer de tu padre, ni de tu hermana, ni de la hija de tu hijo o de tu
hija, ni de la hermana de tu padre, ni de la hermana de tu madre, ni del
hermano de tu padre acercándose a su mujer, ni de tu nuera, ni de la mujer de
tu hermano (Lev 18.5-17).
No tomarás a la hermana de tu
mujer, no te acercaras a una mujer durante el tiempo de su impureza, no tendrás
comercio con la mujer de tu prójimo marchándote con ella, no darás hijo tuyo
para ofrenda a Moloc, no te ayuntarás con hombre, ni con bestia. No cometáis
ninguna de estas abominaciones, que han cometido los hombres de esa tierra que
la habitaron antes que vosotros. Yo Yavé vuestro Dios (Lev 18.18-30).
CM: Quedan prohibidas así las
distintas formas de relaciones incestuosas y de relaciones consideradas
perversas, entre ellas las relaciones entre hombres (no se considera que entre
las mujeres pueda haber relaciones sexuales) por ser abominables, y si tenemos en
consideración que a continuación de ella establece la prohibición de relaciones
con las bestias cabria entenderse el grado de perversidad que supone para los
escritores bíblicos y la mentalidad de la época la homosexualidad. Todavía en
nuestros tiempos, algunos la consideran como una lacra, en el mejor de los
casos como una enfermedad curable.
Sin embargo, en ningún caso ha
condenado los textos bíblicos los innumerables casos de incesto, ni siquiera los
ha considerado como tales; aparecen en el Génesis y en el Éxodo, desde la
procreación entre los hijos de Adán y Eva y las posteriores familias y clanes
bíblicos, entre ellas la de Noe, única familia que sobrevivió al diluvio,
fenómeno con el que tanto disfrutó el creador.
No deja de ser curioso el caso de
Abraham, que siendo su mujer Sara esposa y hermana, deja que se entregue a
otros hombres para su propio beneficio (“aunque en verdad también es mi
hermana, hija de mi padre, pero no de mi madre y la tome por mujer” (G20.12)).
Quedan prohibidas todas las
relaciones con la mujer durante la menstruación, dado su estado de impureza. Y
prohíbe, igualmente, la ofrenda de un hijo a Moloc, supuesto dios pagano,
aunque Yavé no tuvo problemas en pedir a Abraham que le ofreciera en sacrificio
a su hijo primogénito Isaac.
Por otra parte, Yavé da por
supuesto que este tipo de abominaciones son propias de los pueblos que habitan
las tierras de Canán, sin que parezca demostrado históricamente. En todo caso
son abominaciones que él mismo ha ordenado o permitido hacer tiempos atrás.
Quizás esta cambiando el modo de comportamiento del mismo Yavé o quizás los
escritores no se pusieron de acuerdo entre si, quizás ni se conocieron.