jueves, 13 de marzo de 2014

EXODO: La bondad de Yavé

NT (texto bíblico): Al día siguiente, Moisés sube de nuevo al monte con objeto de pedir a Yavé perdón para su pueblo ofreciéndose él mismo como victima, a lo que Yavé contesta que quien ha pecado contra él es a quien borrara de su libro. Le manda conducir al pueblo al lugar que dijo, guiado por un ángel, y cuando llegue el momento los castigará de sus pecados (Ex. 32.30-34). Y castigo Yavé al pueblo por el becerro de oro (Ex. 32.35).   

CM (comentarios): Se entiende que borrar significa quitarles la vida; Moisés ofrece la suya por el pecado de su pueblo y Yavé le exonera de culpa, y no solo no perdona a su pueblo sino que guarda el castigo para más adelante. Es demasiado grave lo cometido por el pueblo elegido, adorar a un becerro de oro; por mucho menos Yavé ha mostrado su cólera contra todo ser viviente. Claro que por esta razón deberían ser exterminados todos aquellos que adoran a cristos, vírgenes, santos y diablos, sin olvidar a los griegos, romanos y a todas las civilizaciones que a lo largo de la historia han orado delante de las más variadas imágenes. Habría que concluir en que Yavé no esta en absoluto satisfecho de la creación a tenor de la imperfección de su mayor obra, el hombre y la mujer derivada de una costilla del primero. Pues podría haber desecho el entuerto, al parecer tenía poder para ello, pero no es perfecto dado que la imperfección va asociada a su obra, según reconoce él mismo en numerosos pasajes. 

No ha sido suficiente que tres mil personas hayan sido asesinadas por sus propios familiares (mate cada uno a su hermano, a su amigo, pero ¡que vileza!, ¡que crueldad!),   sino que los vivos tendrán que seguir su camino hacia la tierra prometida, para ser castigados más tarde como se merecen, por haber pecado contra su propio asesino. No podemos sino alarmarnos ante el número de personas que siguen estas enseñanzas de forma piadosa, ¡que grave contradicción!

Yavé ni olvida ni perdona, es implacable.

NT: Da Yavé la orden de partida y les anuncia que ira un ángel delante que arrojara al cananeo, al amorreo, al jeteo, al fereceo, al jeveo y al jebuseo (Ex. 33.1-2). Pero Yavé no ira con su pueblo, no sea que le destruya en el camino y el pueblo se deshizo de sus galas (Ex. 33.3). 

CM: No es posible entender tanta crueldad. ¿Qué mal han cometido los pueblos que habitan la tierra de Canaan para ser desalojados y dar cabida a otro pueblo, elegido por dios, pero a su vez indigno, perverso, de dura cerviz, pecador y prevaricador? No hay razón alguna para tanta maldad, salvo el cumplimiento de una absurda promesa hecha a Abraham de sacarles de Egipto y llevarles a una nueva tierra fértil, pero ocupada por otros hombres y mujeres a los que habría de asesinar o expulsar de su territorio, sin que Yavé sienta la mas minima compasión, sino, más bien al contrario, gozo y satisfacción, porque da muestras de su inmenso poder, de su extraordinaria capacidad exterminadora, genocida, para llevar a cada ser viviente el pánico, el insuperable miedo a dios. Todavía hay quien cree que las calamidades que ocurren en la Tierra son fruto de la voluntad divina, pero contrariamente a acusar a Dios de malvado por tales desgracias, piensan que es un castigo por nuestros pecados, por nuestras malas acciones y ante ello piden clemencia y dan gracias al dios salvaje porque el castigo siempre podría haber sido peor.

¿No consideran aquellos que creen en ese dios cruel que serian más libres si se desposeyeran de él, si se liberaran de las ataduras de la creencia en la divinidad?    

Por otra parte Yavé no se siento cómodo con su pueblo, no se fía en absoluto de él, ni tampoco de si mismo  y por ello no le acompaña, no sea que cometan algún desliz y no pueda contener su cólera y acabe aniquilándolos. Se muestra así un dios débil, inseguro de si mismo, inseguro de su pueblo, pero persistente en su idea de hacer que el pueblo de Israel ocupe los territorios que hasta el momento ocupan otros pueblos, aunque ello conlleve nuevas muertes inocentes de hombres y mujeres de todas las edades y hambre, desolación y penuria para los supervivientes.

NT: Moisés tenía su tienda instalada fuera del campamento y cuando se dirigía a ella todo el pueblo se levantaba y se postraba cuando llegaba la columna de nube desde la que Yavé se dirigía a Moisés (Ex. 33.7-11). Pregunta Moisés ¿en que vamos a conocer yo y tú pueblo que hemos hallado gracia a tus ojos sino en que marchas con nosotros? Muéstrame tu gloria; a lo que Yavé responde “que ante su bondad hago gracia a quien hago gracia y tengo misericordia de quien tengo misericordia (Ex. 33.12-23).

CM: Hace tiempo que Dios dejo de representarse de esta forma tan original, en medio de una nube. Muchos pueblos veían en las espesas nubes al dios que les traía fertilidad para la tierra o desgracia en forma de tormentas y lluvias torrenciales. Lo cierto es Yavé ha desaparecido por completo y no se presenta en ninguna de las formas posibles.

La nube era la forma de saber que Yavé y Moisés estaban parlamentando, la columna de nube en la que aquel se muestra, porque la cara de Dios no puede mostrarse a los hombres, pero si puede mostrar las espaldas a Moisés, quien no conoce el camino a seguir, de forma que Yavé tendrá que ir delante y no estando seguro de nada pide a Yavé que le muestre su gloria, algo inconcebible, puesto que Yavé ha dado suficientes muestras a Moisés de si mismo.  


Yavé le contesta que pasará ante él toda su bondad, puesto que él hace gracia a quien hace gracia y tiene misericordia de quien tiene misericordia. Una sencilla formula para decir que hace lo que le viene en gana, que de forma caprichosa ejerce el bien (en escasas ocasiones) o el mal (en la mayoría de las ocasiones); tal vez para Yavé el bien es la ausencia del mal. Y todo esto gracias a su bondad, extraordinaria forma de tergiversar el significado de las palabras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario