NT (texto bíblico): Al día
siguiente, Moisés sube de nuevo al monte con objeto de pedir a Yavé perdón para
su pueblo ofreciéndose él mismo como victima, a lo que Yavé contesta que quien
ha pecado contra él es a quien borrara de su libro. Le manda conducir al pueblo
al lugar que dijo, guiado por un ángel, y cuando llegue el momento los
castigará de sus pecados (Ex. 32.30-34). Y castigo Yavé al pueblo por el
becerro de oro (Ex. 32.35).
CM (comentarios): Se entiende que
borrar significa quitarles la vida; Moisés ofrece la suya por el pecado de su
pueblo y Yavé le exonera de culpa, y no solo no perdona a su pueblo sino que
guarda el castigo para más adelante. Es demasiado grave lo cometido por el
pueblo elegido, adorar a un becerro de oro; por mucho menos Yavé ha mostrado su
cólera contra todo ser viviente. Claro que por esta razón deberían ser
exterminados todos aquellos que adoran a cristos, vírgenes, santos y diablos,
sin olvidar a los griegos, romanos y a todas las civilizaciones que a lo largo
de la historia han orado delante de las más variadas imágenes. Habría que
concluir en que Yavé no esta en absoluto satisfecho de la creación a tenor de
la imperfección de su mayor obra, el hombre y la mujer derivada de una costilla
del primero. Pues podría haber desecho el entuerto, al parecer tenía poder para
ello, pero no es perfecto dado que la imperfección va asociada a su obra, según
reconoce él mismo en numerosos pasajes.
No ha sido suficiente que tres
mil personas hayan sido asesinadas por sus propios familiares (mate cada uno a
su hermano, a su amigo, pero ¡que vileza!, ¡que crueldad!), sino que los vivos tendrán que seguir su
camino hacia la tierra prometida, para ser castigados más tarde como se
merecen, por haber pecado contra su propio asesino. No podemos sino alarmarnos
ante el número de personas que siguen estas enseñanzas de forma piadosa, ¡que
grave contradicción!
Yavé ni olvida ni perdona, es
implacable.
NT: Da Yavé la orden de partida y
les anuncia que ira un ángel delante que arrojara al cananeo, al amorreo, al
jeteo, al fereceo, al jeveo y al jebuseo (Ex. 33.1-2). Pero Yavé no ira con su
pueblo, no sea que le destruya en el camino y el pueblo se deshizo de sus galas
(Ex. 33.3).
CM: No es posible entender tanta
crueldad. ¿Qué mal han cometido los pueblos que habitan la tierra de Canaan
para ser desalojados y dar cabida a otro pueblo, elegido por dios, pero a su
vez indigno, perverso, de dura cerviz, pecador y prevaricador? No hay razón
alguna para tanta maldad, salvo el cumplimiento de una absurda promesa hecha a
Abraham de sacarles de Egipto y llevarles a una nueva tierra fértil, pero
ocupada por otros hombres y mujeres a los que habría de asesinar o expulsar de
su territorio, sin que Yavé sienta la mas minima compasión, sino, más bien al
contrario, gozo y satisfacción, porque da muestras de su inmenso poder, de su
extraordinaria capacidad exterminadora, genocida, para llevar a cada ser
viviente el pánico, el insuperable miedo a dios. Todavía hay quien cree que las
calamidades que ocurren en la Tierra son fruto de la voluntad divina, pero
contrariamente a acusar a Dios de malvado por tales desgracias, piensan que es
un castigo por nuestros pecados, por nuestras malas acciones y ante ello piden
clemencia y dan gracias al dios salvaje porque el castigo siempre podría haber
sido peor.
¿No consideran aquellos que creen
en ese dios cruel que serian más libres si se desposeyeran de él, si se
liberaran de las ataduras de la creencia en la divinidad?
Por otra parte Yavé no se siento
cómodo con su pueblo, no se fía en absoluto de él, ni tampoco de si mismo y por ello no le acompaña, no sea que cometan
algún desliz y no pueda contener su cólera y acabe aniquilándolos. Se muestra
así un dios débil, inseguro de si mismo, inseguro de su pueblo, pero
persistente en su idea de hacer que el pueblo de Israel ocupe los territorios
que hasta el momento ocupan otros pueblos, aunque ello conlleve nuevas muertes
inocentes de hombres y mujeres de todas las edades y hambre, desolación y
penuria para los supervivientes.
NT: Moisés tenía su tienda
instalada fuera del campamento y cuando se dirigía a ella todo el pueblo se
levantaba y se postraba cuando llegaba la columna de nube desde la que Yavé se
dirigía a Moisés (Ex. 33.7-11). Pregunta Moisés ¿en que vamos a conocer yo y tú
pueblo que hemos hallado gracia a tus ojos sino en que marchas con nosotros?
Muéstrame tu gloria; a lo que Yavé responde “que ante su bondad hago gracia a
quien hago gracia y tengo misericordia de quien tengo misericordia (Ex.
33.12-23).
CM: Hace tiempo que Dios dejo de
representarse de esta forma tan original, en medio de una nube. Muchos pueblos
veían en las espesas nubes al dios que les traía fertilidad para la tierra o
desgracia en forma de tormentas y lluvias torrenciales. Lo cierto es Yavé ha
desaparecido por completo y no se presenta en ninguna de las formas posibles.
La nube era la forma de saber que
Yavé y Moisés estaban parlamentando, la columna de nube en la que aquel se
muestra, porque la cara de Dios no puede mostrarse a los hombres, pero si puede
mostrar las espaldas a Moisés, quien no conoce el camino a seguir, de forma que
Yavé tendrá que ir delante y no estando seguro de nada pide a Yavé que le
muestre su gloria, algo inconcebible, puesto que Yavé ha dado suficientes
muestras a Moisés de si mismo.
Yavé le contesta que pasará ante
él toda su bondad, puesto que él hace gracia a quien hace gracia y tiene
misericordia de quien tiene misericordia. Una sencilla formula para decir que
hace lo que le viene en gana, que de forma caprichosa ejerce el bien (en
escasas ocasiones) o el mal (en la mayoría de las ocasiones); tal vez para Yavé
el bien es la ausencia del mal. Y todo esto gracias a su bondad, extraordinaria
forma de tergiversar el significado de las palabras.
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