No hace mucho tiempo, en un
pueblo de España, cuyo nombre no acierto a recordar, se dieron circunstancias atmosféricas
adversas, como en el resto de pueblos de la comarca, no llegaban las lluvias y
la pertinaz sequía comenzaba a hacer mella en sus habitantes, los campos se
secaban, el agua para el consumo comenzaba a escasear, se clamaba al cielo y a
las autoridades civiles, éstas se mostraban incapaces de alterar el rumbo de
los caprichos de la naturaleza y las rogativas al mundo celestial se
intensificaban cada día, pero no daban resultado positivo, ni una gota de agua.
Los vecinos se sentían
defraudados ante la incompetencia del equipo municipal, de los consejeros de
agricultura, de economía y de salud del gobierno autonómico, porque las
cosechas del año se estaban perdiendo, la economía se hundía, los animales se morían
por falta de agua y la salud de los vecinos comenzaba de resentirse. Tampoco
las autoridades estatales, sus ministros, eran capaces de resolver la cuestión,
si acaso paliar los efectos de la penuria con medidas preventivas ante los cada
vez mayores casos de enfermedad y la hambruna, que comenzaba a asolar incluso a
las comarcas limítrofes. Ni siquiera las plegarias hacían posible el milagro. Todos
comprendieron que la resolución de aquella desgracia no estaba en mano de los políticos
de turno ni tampoco en las autoridades celestiales a las cuales se dirigían, aunque
quizás de manera equivocada.
Decidieron, por fin, acudir a quien
tenían mas cercano, cercana en este caso, la Santísima Virgen de los Dolores,
patrona del pueblo, milagrera, reconocida por sus meritos y servicios al pueblo
en tiempos pasados y recientes, condecorada por la Guardia Civil, venerada por
todos, sacada en procesión en el mes de Septiembre de cada año, con su leyenda,
aparecida en un monte cercana al pueblo, unos niños la vieron por primera vez,
no se sabe mucho más, tampoco en que época ocurrió, desde luego en tiempos
lejanos, pero lo cierto es que es la patrona del pueblo, cuyo nombre no acierto
a recordar.
El pueblo, reunido en Asamblea
plenaria junto al Alcalde, el párroco y el resto de autoridades locales, las de
representación democrática y las otras, las hermandades de cofrades, las
monjitas y todas aquellas que vienen a representar la realidad social del
pueblo decidieron que era preciso sacar a la Santísima Virgen de los Dolores en
procesión solemne, traerla del monte al pueblo, llevarla a la Iglesia
Parroquial y ofrecer en su honor una misa a la que quedaría invitado el Señor Obispo,
por aquello de darle más solvencia a la petición, no en balde el Obispo es uno
de los mas altos representantes de Dios en la Tierra y del que se conoce,
además, su inquebrantable fe mariana. El Obispo acepto la invitación, no solo
porque pensaba que era su obligación y formaba parte de su responsabilidad sino,
porque no decirlo: un baño de multitudes nunca viene mal al ego.
La situación se hacia tan grave
que era preciso obrar con prontitud puesto que el servicio de meteorología no
anunciaba ningún desplazamiento del anticiclón en la semana próxima. Así pues,
de acuerdo con el señor Obispo, se acordó ir a por la Virgen el sábado de
mañana, temprano, con objeto de que los vecinos hubieran de madrugar y
demostrar a la Santísima Virgen de los Dolores que se sacrificaban por ella.
Todo ocurrió tal como tenían planeado, todo el pueblo acudió -bueno, siempre
hay personajes que desconfían de estos ritos y permanecen ajenos a los mismos-
a las afueras para recibir a la patrona, los mozos que habían de traerla ya
estuvieron de madrugada en la ermita junto a un grupo numeroso de voluntarios y
voluntarias, también el párroco y las camareras de la Virgen, que es algo así
como sus asistentas.
Todos cumplieron con la misión
encomendada, se hicieron rogativas colectivas y privadas, se elogio a la Santísima
Virgen de los Dolores en público y en privado, el Obispo estuvo magistral. El
día termino y todos se fueron a sus casas satisfechos de la decisión tomada,
esperanzados, en unos días el anticiclón cambiaria, se desplazaría en alguna
dirección de las coordenadas geográficas, se iría con viento fresco y una
borrasca traería las necesarias lluvias, se salvaría parte de las cosechas, se recuperaría
la tranquilidad y, con un poco de suerte, volvería la prosperidad al pueblo,
cuyo nombre no acierto a recordar, y a los pueblos colindantes que se beneficiarían
igualmente de tan sabia decisión. En todo caso solo había que tener un poco de
paciencia y esperar a que el milagro se produjera.
Pasaban los días y la situación
no mejoraba, todos miraban al cielo, aparecían algunas nubes, de paso, venían
otras, pero ninguna borrasca, ni grande ni pequeña. Los campos estaban cada vez
más secos, la mortandad animal se agravaba cada día, muchas familias se veían
obligadas a vivir de la caridad cristiana de sus convecinos y de la escasa
ayuda pública que llegaba. El empeoramiento de la situación comenzaba a hacer
mella en la población, la desesperanza se hacia un hueco en sus corazones,
muchos comenzaban a perder la confianza en la Santísima Virgen de los Dolores,
conforme pasaban los días mas personas se sumaban a los descontentos, algunos
se atrevieron a clamar contra la Virgen, le achacaban desidia, algunos iban mas
lejos y la acusaban de incapaz.
Pasados unos diez días la
división entre los defensores y detractores de la Santísima Virgen de los
Dolores se había inclinado del lado de éstos últimos, quienes finalmente
lograron convocar una asamblea para el sábado siguiente, en la plaza principal,
para debatir las razones que habían llevado a la citada virgen a hacer caso
omiso de sus plegarias. Las autoridades civiles lo consintieron a pesar de la
negativa del párroco, que a decir verdad también comenzaba a dudar de los
poderes de la Santísima Virgen, de ésta y de las otras, pues él sabia muy bien
que aunque todos los pueblos tienen su virgen propia en realidad de trata de la
misma y si una es milagrera su merito no es de ella sino de la única santa y
virgen María, madre única de Jesús.
Llegado el día decisivo los
convocantes propusieron desposeer a la Santísima Virgen de los Dolores, patrona
del pueblo cuyo nombre no acierto a recordar, de los títulos que se les habían
otorgado en los diferentes momentos históricos, las medallas concedidas al
merito civil y la de Alcaldesa Perpetua entre otros. La multitud era ya
partidaria en su inmensa mayoría de demeritar a la virgen y así fue aprobado,
aunque manteniendo el de Patrona, por aquello de no quedarse sin festividad
local.
Las lluvias llegaron días más tarde,
pero los meteorólogos dieron una explicación científica que nada tenia que ver
con las rogativas ni con actuaciones marianas.
Diciembre
de 2015
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