NT (texto bíblico): Mande embajadores a Seón, rey
de Esebon,… pero no quiso dejarnos pasar… Tomamos todas sus ciudades sin dejar
con vida uno solo (DEU. 2.26-37).
CM (comentarios): Continúan los relatos ya expuestos
en Números y recordados aquí, en Deuteronomio, que sirven para enfatizar el
espíritu de conquista. Yavé tuvo la delicadeza de pedir permiso al rey de
Esebon para atravesar su territorio, supongo que a sabiendas de que le negaría
el paso, Yavé no podía dejar de conocer la respuesta, no seria Dios; en todo
caso, dado su poder infinito, podría haber convencido con sus artes mágicas al
citado rey, sin embargo, prefirió la negativa y de esta forma poder asolar el
territorio de Esebon; tomando solo los ganados y los despojos de las ciudades,
puesto que no quedaron con vida hombres, ni mujeres, ni niños (DEU. 2.34-35).
Una vez queda expuesta de manera evidente la crueldad y el perfil genocida del
creador.
NT: Subimos por el camino de
Basán,… trátalo como trataste a Seón… (DEU. 3.1-11).
CM: Este pasaje, también relatado
en el libro anterior, es una repetición de lo acontecido en Esebon, pero en
mayor escala, sesenta ciudades fuertemente defendidas, con altas murallas,
puertas y cerrojos, fueron destruidas y su población aniquilada, apropiándose
de los ganados y de cuanta riqueza fuera posible conseguir fruto del botín de
la guerra. Un nuevo exterminio sin que la piedad del todo bondadoso dios fuera
presa del mismo. Parece que los escritores bíblicos estuviesen más bien
relatando las andanzas de Satán, y no las de su dios.
NT: Tomamos posesión de la
tierra… Entonces di órdenes a Josué: así hará Yavé también a todos los reinos
contra los cuales vas a marchar. No lo temas, que Yavé, vuestro Dios, combate
por vosotros (DEU. 3.12-22).
CM: Yavé hace el reparto de las
tierras conquistadas entre las diferentes familias o tribus, entre los señores
de la guerra. Y, a continuación, le dice a Josué, el jefe máximo del ejército y
sucesor de Moisés que tome nota, es decir, que lo acontecido debe ser la tónica
general de las conquistas venideras, la aniquilación del enemigo para evitar
toda posibilidad de resistencia tras la derrota. En todo caso, no debe temer,
puesto que la mano invisible de Yavé esta presente en el combate para
orientarlo hacia la victoria segura. ¡Que extraordinaria enseñanza por parte de
un dios que se dice el único y verdadero! Pero, eso sí, el dios de solo una
parte de los seres inteligentes, creados por él mismo, como el padre que
enfrenta a una parte de su prole contra la otra por razones absolutamente
descabelladas. No es de extrañar que a lo largo de la historia del hombre se
haya cometido tantos atropellos en nombre de un dios exterminador, un dios
guerrero, siempre despiadado y ajeno al sufrimiento de las victimas, dios de
una parte. Y cuantas guerras de religión entre creyentes del mismo dios,
otorgándose cada uno el privilegio de tenerlo de su parte; ¡cuanta barbaridad,
cuanta barbarie! ¡cuanta irracionalidad!
Han pasado más de dos mil años
del nacimiento del hijo del único dios verdadero, fruto de la intervención
divina sobre un cuerpo humano de mujer y casi quinientos años del nacimiento de
un iluminado, que sin declararse hijo de dios, creó otra religión para el mismo
dios único y verdadero, pero al que dieron el nombre de Alá. Desde entonces no
han dejado de enfrentarse, hasta nuestros días, solo que ahora mediante guerra
de guerrillas y guerra urbana.