NT (texto bíblico): Armad de entre vosotros
hombres para la guerra, que marchen contra Madián para ejecutar en ellos la
venganza de Yavé: mil hombres por cada una de las tribus de Israel (Num.
31.1-4). Y mandó con ellos al hijo de Eleazar, el sacerdote. Y mataron a todos
los varones, a los cinco reyes de Madián, tomaron todas sus mujeres, sus niños,
ganados y todas sus posesiones, quemaron todas sus ciudades, aldeas y tiendas y
dieron cuentas a Moisés (Num. 31.5-12). Moisés les dijo: ¿por qué habéis dejado
la vida a las mujeres? Fueron ellas las que arrastraron a los hijos de Israel a
ser infieles a Yavé. Matad a los niños y de las mujeres a cuantas han conocido
lecho de varón y purifíquese quien haya matado a algún hombre (Num. 31.13-20).
Eleazar, el sacerdote, manda pasar por el fuego, para su purificación, todo lo
que es resistente al mismo (oro, plata, bronce, hierro, estaño y plomo) y por
agua todo lo demás (Num. 31.21-24).
CM (comentarios): Se trata, quizás, de la
primera guerra santa, de la primera guerra de religión, de la primera guerra
contra el infiel, dirigida en nombre de dios y para su mayor gloría. Es la
prueba más palpable del nulo interés de las religiones por la vida de los seres
humanos, pues en el fondo prevalece el espíritu de conquista del territorio
bajo la excusa divina y del sometimiento de los denominados infieles, de
aquellos que no profesan la misma religión o ninguna y por ello deben ser
excluidos, condenados, masacrados, exterminados.
Doce mil varones conforman este
ejercito de conquista dispuesto a desposeer a los habitantes de Madián de su
territorio, dando muerte a todos los varones, incluido los niños y a las
mujeres no vírgenes, reservando las demás a los israelitas con fines no
descritos. El viejo Moisés, que en ocasiones mostró buen corazón, en esta
ocasión se muestra vengativo ante el vencido pueblo de Madián recriminando a
los héroes del ejército de Israel por no haber culminado la derrota con la
muerte de las mujeres y niños. ¿Qué lección puede extraerse de esos pasajes? ¿No
basta con la victoria y es preciso el exterminio? ¿Quizás la guerra en nombre
de Dios queda justificada? Al menos es lo que a lo largo de la historia muchos
conquistadores han pretendido.
Si algún rastro de mala
conciencia puede quedar éste se purifica en el fuego o en el agua con los
objetos incautados al enemigo y en lo referente al cuerpo basta con un buen
lavado en agua purificadora, con el director espiritual. Como en los tiempos
modernos.
NT: Manda Yavé hacer recuento del
botín y establece la forma de su distribución, de los cuales una parte ira al
sacerdote como tributo a Yavé. Resultaron seiscientas setenta y cinco mil
ovejas, setenta y dos mil cabezas de ganado bovino y sesenta y un mil asnos, y
treinta y dos mil mujeres vírgenes que fueron repartidas entre los
combatientes, las familias y la clase sacerdotal (Num. 31.25-47). Hecha la
lista de combatientes resulto que ninguno murió en la batalla y los objetos de
valor fueron llevados al tabernáculo y a cada combatiente se le dio su parte
del botín (Num. 31-48-54).
CM: Es confuso el modo de reparto
de los animales en considerable cuantía, y no queda determinado el destino
final de las mujeres vírgenes que fueron hechas prisioneras; aunque la
alternativa mas plausible es que fueran entregadas en calidad de esclavas. Pero
para la Biblia la consideración de la mujer no es muy diferente de la del resto
de animales.
Tampoco enumera el numero de
personas que murieron en aquella supuesta batalla, aunque si queda puesto de
manifiesto que ningún israelita perdió la vida. Yavé estaba con ellos y ese fue
su deseo. En cuanto a la clase sacerdotal, cabria preguntarse que harán los
sacerdotes con tantos animales como les correspondieron en el reparto (mas de
trescientas mil ovejas), demasiadas para los sacrificios.
NT: Eran muy numerosos los
rebaños de los hijos de Rubén y de los hijos de Gag, extraordinariamente
numerosos; y viendo que la tierra de Jazer y la de Galad sería tierra muy a
propósito para apacentar pidieron a Moisés y a Eleazar y al resto de príncipes
tomarlas, quedarse en ellas y no ser obligados a pasar el río Jordán. Moisés
respondió: ¿Van a ir a la guerra vuestros hermanos y vais a quedaros vosotros
aquí? ¿Por qué queréis desanimar a los hijos de Israel para que no pasen a la
tierra que les da Yavé? (Num. 32.1-8).
CM: A Rubén y su familia les
parece bien quedarse en la tierra conquistada, es rica en pastos y pueden
alimentar a sus ovejas, no anhela más conquistas. ¿Qué es pues Israel? ¿un
pueblo nómada en busca de un terreno donde asentarse o un pueblo guerrero con
ánimo de conquista? Parece ser este el asunto que se debate, un pueblo cansado
de errar, de seguir las órdenes caprichosas de su dios, sus castigos, sus
puestas a prueba, su crueldad ante los mínimos asomos de indisciplina. Pero
Moisés cada vez más en la línea cruel de su amo y señor Yavé se ha convertido
en un señor de la guerra. La propuesta de Rubén es una afrenta a los deseos de
Yavé y a los designios que éste ha determinado para su pueblo elegido. Es
preciso seguir adelante en el afán de conquista, cruzar el Jordán y llegar
hasta la tierra prometida de Cannan.
Es difícil imaginar a un pueblo
en guerra con todo aquel que encuentra en su camino, un ejercito con sus
ancianos, mujeres y niños, con sus enseres domésticos, sus riquezas en oros y
piedras preciosas; y acompañado, además, de centenares de miles de animales
domésticos (ovejas, cabras, reses, asnos y quizás aves). Naturalmente todo es
posible bajo la dirección de Yavé.
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