NT (texto bíblico): Cumplid la palabra que ha
salido de vuestra boca. Se edificaron ciudades en los territorios conquistados
(Num. 32.9-42).
CM(comentarios): Rubén y los suyos consiguen
convencer y complacer a Moisés con la propuesta de construir ciudades en estos
territorios previos al Jordán y la promesa de dejar a sus familias en estas
ciudades, seguir armados en el ejercito hasta conquistar los territorios mas
allá del río Jordán y volver solo después de la conquista; si tal promesa no
ocurriera el castigo de Yavé caerá sobre ellos. Parece que por una vez se
impone una cierta cordura en los textos bíblicos y no son castigados aquellos
que se han atrevido a hacer una propuesta inicialmente contraria a la voluntad
de Yavé, cuya cólera queda incomprensiblemente aplacada, ante la crueldad en
exceso que ha mostrado Yavé cada vez que alguno colectivo ha cuestionado sus
propósitos.
A partir de este momento los
territorios conquistados comienzan a ser entregados, para su administración, a
las diferentes tribus de Israel.
NT: He aquí las estaciones de los
hijos de Israel. Partieron de Remeses, siguieron hasta Sucot, Etam, Piajirot,
Mara, Elim, Sin, Dafca, Alus, Rafidim, Sinaí, Quibrot, Jaserot, Retma, Remón
Pares, Lebna, Resa, Quelata, Sefer, Jarada, Maquelot, Tajat, Taraj, Mitca,
Jasmona, Moserot, Bene Jacán, Aggadgad, Jotbata, Ebrona, Asiongaber, Cades,
Salmona, Punón, Obot, Jabarín, Dibon Gad, Elmon, Llanos de Moab (Num. 33.1-49).
CM: Los escritores bíblicos hacen
un alto en la narración y relacionan los distintos territorios que han
recorrido desde la salida de Egipto, haciendo alusión a los hechos más
destacados, como la muerte de los primogénitos en Egipto, el paso por el mar
Rojo o la muerte de Aarón. Han sido cuarenta largos años, sin duda una larga
travesía llena de amarguras, de incomprensiones respecto de las promesas de
Yavé, de amenazas y venganzas divinas y de generaciones perdidas.
NT: En los llanos de Moab hablo
Yavé a Moisés diciendo: Cuando hubierais pasado el Jordán arrojad delante de
vosotros a todos los habitantes de la tierra y destruid todas sus esculturas y
devastad todos sus excelsos. Tomad posesión de la tierra y habitadla y
distribuirla entre vuestras familias... Si no arrojáis a todos los habitantes,
los que de ellos queden serán como espinas en vuestros ojos y yo mismo os
trataré a vosotros como había resuelto hacerlo con ellos (Num. 33.50-56).
CM: Quien no conociera de la
crueldad de Yavé se asombraría de estas ordenes de exterminio que da a su ejercito,
pero no es el único paraje bíblico en el que este dios muestra su extrema
maldad, su ansia de aniquilar todo aquello que se le interponga en su camino,
importándole bien poco la vida de las personas, tanto si son enemigos como si
fueran de su mismo pueblo. Un dios creador del mundo, de todo lo conocido,
hecho a medida de un pueblo que se considera elegido por el mismo a pesar de
las humillaciones a que lo somete. Este dios, que condena a quienes incumplan
sus mandatos hasta las generaciones venideras, obliga a su ejército al
exterminio del enemigo porque en caso contrario se arrepentirán, puesto que se
sentirán amenazados y entonces él mismo aplicará a su pueblo aquello que
resolvió hacer con sus enemigos.
Así pues, aniquilación del
enemigo, abolición de su religión y expropiación de sus tierras; estas son las
enseñanzas del creador para las generaciones futuras. No es otra cosa lo que
han hecho los conquistadores a lo largo de las centurias de las distintas
civilizaciones que se han dado en la historia de la humanidad. De modo que los
llamados libros sagrados, más parecen ser un manual de odio y maldad, que de
enseñanzas morales.