viernes, 4 de enero de 2013

La Iglesia ataca de nuevo


La sociedad española ha cambiado, no digamos que profundamente, pero si de manera destacada en la percepción de la realidad religiosa. La democracia nos trajo el divorcio, que fue considerado por la Iglesia Católica (IC) como un atentado al concepto de familia, entendiendo que no existe otra familia que aquella en la que el individuo esta sometido desde su nacimiento al yugo de la ideología religiosa.

El devenir de los tiempos recientes, tras la dictadura religiosa-militar del franquismo, ha permitido que nuevos modelos de familia se hayan instalado en la sociedad española, los matrimonios exclusivamente civiles, las uniones extramatrimoniales (parejas de hecho del mismo o diferente sexo), los matrimonios de personas del mismo sexo o las familias monoparentales. Esta realidad se enriquece con los hijos procedentes de adopciones, los conseguidos por reproducción asistida y los procedentes de diferentes relaciones de la pareja.

La aprobación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, con sus diferentes variantes, supuso para la IC la legalización de la muerte de personas inocentes, sin tener en cuenta las consideraciones de la ciencia al respecto, ni las situaciones personales y familiares o del propio feto. A éste respecto, no deja de sorprender la preocupación y el pronunciamiento de la IC por la vida de seres no nacidos y la frialdad con la que acoge los muchos casos de muertes violentas que se producen en el mundo, fruto de la injusticia y en ocasiones de la utilización de las ideas religiosas.

Son todas ellas situaciones que la IC no puede entender, como no puede entender que estas situaciones no estén expresamente prohibidas por la legislación civil.   

La sociedad española ya no escucha a sus obispos. Ésta es la verdadera crisis que, según la jerarquía católica, atraviesa la sociedad; confunde su propia crisis con una supuesta crisis de la sociedad porque ésta abandona los valores ancestrales de su religión. Por lo demás les importa un carajo el sufrimiento de la gente, el incremento del paro y la prima de riesgo; aunque quizás aquí habría que matizar, puesto que la IC no es ajena a los vaivenes de los movimientos de capitales, dado que el Vaticano es un paraíso fiscal doblemente opaco.

De ahí deviene la ofensiva de la IC para recuperar a la antes católica España, es decir para que la sociedad sea como su dios manda, articulada bajo el pensamiento único que dimana de la IC y transmitido a los seres humanos desde el nacimiento hasta la muerte, intentando anular de ésta forma su capacidad de raciocinio. Sabe que la correlación de fuerzas en el ámbito político español le es favorable e intenta aprovechar la coyuntura para cambiar en todo lo posible la actual legislación española, que no ha hecho otra cosa que acercarse a la nueva realidad de la sociedad española, comenzando por la educación religiosa en las escuelas como instrumento necesario e imprescindible para sus oscuros intereses y continuando por la eliminación de los instrumentos que atentan contra su modelo de familia y hacen posible una sociedad más libre y permisiva. Si para este proyecto ha de hacerse pasar por victima de una injustificada campaña contra sus intereses lo hará, aunque no es su estilo.

Es preciso hacer frente a esta ofensiva religiosa, que tiene una componente añadida que le es de extraordinario valor; se trata de la crisis económica y social que atraviesan la sociedad española, por la que muchas familias se están viendo obligadas a recurrir a la caridad ante la dejación por parte del Estado de sus funciones de solidaridad para con sus ciudadanos. Una vez más política y religión van de la mano y es preciso cambiar la política para evitar que la religión se apropie de lo que no es suyo, los derechos de los ciudadanos. 

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