A pesar de
este dominio obstaculizador del progreso de la humanidad, nadie duda de los grandes
avances acontecidos en el ámbito cultural, social, científico y humano y también
en lo político, desde aquellos tiempos del imperio romano. Pero ¿Qué habría
sido de la civilización sin esa presencia dominante de la idea religiosa,
basada en la resignación, en el temor y en la promesa de un futuro después de
la muerte? ¿Habríamos llegado a donde estamos algunos siglos atrás? ¿Estaríamos
hoy donde la humanidad estará dentro de algunos años?
Ciertamente
han caído la mayoría de los argumentos que sustentaban a las religiones, sin
embargo los grandes hitos del descubrimiento científico, las evidencias a favor
de la evolución de las especies y del ser humano en particular, no han impedido
que las religiones sigan ejerciendo su inmenso poder, que el cristianismo sigue
manteniéndose en un integrismo rancio alimentado por una jerarquía eclesiástica
reaccionaria y remando contracorriente, que el islamismo mas radical se
sustente en el odio hacia los infieles, incluido el odiado Occidente o que el judaísmo
viva anclado en la Biblia.
Echemos una
mirada hacia atrás, hagamos un recorrido mental, a penas un minuto, para
visualizar esos 2.000 años de historia de nuestra Europa. Cada cual que lo haga
desde su propia visión, que vendrá determinada en función de sus conocimientos
de la historia, incluso de sus ideas religiosas y políticas. Hay descubrimientos
innegables, la sociedad ha avanzado en el conocimiento de la naturaleza y de
las leyes que la rigen, la pequeñez del hombre y de su entorno ante un universo
que se nos presenta como inconmensurable deberían, al menos, cuestionar el
hecho religioso. Durante ese periodo la sociedad se ha visto sumida en
múltiples guerras, en ocasiones en defensa de la “verdadera religión”, ora la
cristiana ora la musulmana y de la idea religiosa, de la ortodoxia y en contra
del pensamiento libre. Por la religión se han cometido atropellos múltiples, persecuciones,
ejercitado la tortura y se han llevado a cabo crímenes de lesa humanidad.
Sin embargo se
sigue hablando de civilización cristiana, se quiere decir con ello que somos
hijos de esta civilización y al mismo tiempo parte de ella y continuadoras de
la misma, pretendiendo que esto es así de manera universal y por consiguiente para
los no cristianos, los no religiosos y para los no creyentes en el dios de los
cristianos, ni en ningún otro dios presente o venidero.
Quizás es hora
de dar paso a otra civilización, la civilización del conocimiento, de la razón, de la evidencia. Quizás sea
preciso romper muchos tabus, vencer muchos miedos, no callar, cuestionar, denunciar,
exigir. Veamos a que tenemos que enfrentarnos.
Hace unos
meses, ocurrió en Madrid un hecho que rasgo las vestiduras de la parafernalia eclesiástica
y rancia política de la capital. Unos jóvenes universitarios entraron en una
capilla, esto es, un lugar dedicado al culto católico, ubicada en el recinto de
la Universidad
Complutense de Madrid. Querían protestar por la presencia en un recinto
universitario de un edificio de tal característica y lo hicieron de manera que,
según el código civil, pudieron cometer delito de escarnio hacia la religión católica.
Ya es
significativo que en ésta nuestra nueva sociedad se confieran derechos
exclusivos en un recinto universitario, un lugar de estudio, de conocimiento, a
una organización religiosa, por muy mayoritaria que sea. Como significativo es
la existencia de estos lugares de culto en los hospitales públicos y en los
cuarteles o que gran parte de los actos públicos de carácter político o militar
vayan acompañados de la presencia de personal eclesiástico, de símbolos
religiosos y de declaraciones y pronunciamientos en nombre de dios y de la
moral cristiana. De forma similar los actos religiosos más relevantes son
igualmente acompañados de autoridades públicas, representantes del pueblo, del
poder civil, como las procesiones de la semana santa, del corpus Christi y las
festividades religiosas-patronales locales.
La IC gestiona
gran parte de la educación de los niños y niñas en España y ejerce una
influencia extraordinaria en los poderes del Estado para llevar a cabo su misión
evangelizadora y condicionadora del pensamiento individual y colectivo para cuyo
propósito goza de una serie de privilegios y ayudas económicas que la hacen
cada día más poderosa.
La IC recibe del Estado Español, según un estudio de Europa Laica, que recoge datos del año 2010, del orden de 10.000 millones de euros anuales, lo que significa algo mas del 1% del Producto Interior Bruto, una extraordinaria cifra fruto de las exenciones tributarias a las que se acoge la IC, de las aportaciones vía IRPF o de la financiación de sus centros de enseñanza entre otros.
No queda ahí
el asunto, sino que la IC sigue acumulando riquezas gracias a la posibilidad
otorgada en el año 1988, con las modificaciones llevadas a cabo en la Ley
Hipotecaria, por la cual se concede a la IC la potestad de inmatricular
edificios, solares o terrenos que no estén inscritos a nombre de nadie,
privilegio que antes solo se otorgaba a las instituciones del Estado Español.
Según la fundación Ferrer i Guàrdia la IC es
propietaria, a través de sus más de 40.000 instituciones (diócesis, parroquias,
órdenes y congregaciones religiosas, asociaciones, fundaciones, universidades,
etc.) de un enorme patrimonio consistente en bienes mobiliarios, inmobiliarios
(ej. posee aproximadamente el 70% del suelo habitable de Toledo, Ávila, Burgos
y Santiago y unas 120.000
hectáreas en tierras agrícolas), suntuarios (enorme
patrimonio en joyas, trajes, etc.), obras de arte y capital en fundaciones. También
participa en el sector financiero español (fundamentalmente cajas de ahorro) y
posee innumerables empresas mediáticas y de comunicación social, así como del
mundo editorial. Es partícipe, además, de acciones en multitud de grupos
empresariales de diversos ámbitos.
¿Es legítimo,
que se financie una institución religiosa, con el dinero de todos los
ciudadanos, creyentes y no creyentes, partidarios y contrarios a esta y a otras
religiones? ¿Es moral que se otorguen estos beneficios a una organización que
ha causado tanto daño a la humanidad a lo largo de dos milenios y concretamente
en el Estado Español, en donde ha estado en perfecta connivencia y simbiosis
con la dictadura del general Franco?
¿Es legítimo
que la IC este liberada del pago de impuestos o de que sus cuentas sean
absolutamente opacas al fisco? ¿Por qué goza de tales privilegios en una
sociedad democrática y en un estado presuntamente aconfesional?
Uno de los marcos
normativos en que se basa esta financiación son los Acuerdos sobre asuntos
económicos firmados entre el Estado Español y la Santa Sede en 1979, que
hablan de diferentes vías de financiación como la asignación tributaria de los
contribuyentes que así lo quieren y las exenciones y beneficios fiscales del
patrimonio eclesiástico. Pero a esto es preciso añadir otras aportaciones del
Estado relacionadas con conciertos educativos y sanitarios o de mantenimiento
del patrimonio de la IC.
La
iglesia católica goza de tantos privilegios porque así ha sido históricamente,
porque hay una base social que lo avala y porque ningún gobierno es capaz, ni
siquiera de cuestionar esta situación, ante el temor de enfrentarse a la
todopoderosa Iglesia Católica y su jerarquía representada en la influyente Conferencia
Episcopal. En un país en donde política e Iglesia van de la mano, hay un riesgo
importante de manipulación del voto en beneficio de los partidos mas
conservadores.
No hace
demasiados años, España vivía en una dictadura en la que la autoridad del
dictador se reconocía como venida directamente de dios. Y el dictador entraba y
salía de las iglesias bajo palio, una especie de palco móvil de cuatro varales
techado de ornamentos dorados de protección divina utilizada para llevar las
custodias, lugar en los que se deposita el cuerpo consagrado de Cristo. Esto
muestra hasta que punto la religión estaba incrustada en el poder político
representado en este caso por un dictador que acabo con un régimen democráticamente
elegido y tomo el poder tras una espantosa guerra civil
Aquella España
de procesiones, de comuniones, de misas de domingo, de prohibiciones, de
miedos, anclada en el tiempo, separada del mundo por un régimen que abolió la
libertad de pensamiento, era el caldo de cultivo para una educación de las
conciencias infantiles, sin cortapisas, como si estuviésemos en la mismísima
edad media. Basta con remitirse a los catecismos de la época, en los que se exponían
las verdades únicas e incuestionables que había que creer. Y así tras el sello
del bautismo la educación religiosa estaba presente y patente en la vida de los
jóvenes, y de los mayores, la acción católica, las catequesis, la adoración
nocturna y así hasta las múltiples festividades religiosas con sus procesiones,
todas las cuales se conservan hasta hoy mismo sin grandes diferencias respecto
del pasado.
¿Qué
diferencias hay respecto de este poder omnímodo de la IC entre ese ayer y el
presente? Desde mi punto de vista no ha cambiado gran cosa, la IC mantiene las
mismas ideas en cuanto a la universalidad de su creencia religiosa y persiste
en la idea que querer educar a los niños y niñas en esa idea religiosa y en los
principios arcaicos que la sustentan, por muy alejadas que estén de la realidad
social o de las evidencias científicas. La IC ante la nueva situación de un
estado democrático se muestra beligerante con los nuevos temas que
necesariamente ha de abordar la sociedad, la laicidad del estado, el divorcio
que sigue sin reconocer, el aborto, los contraconceptivos, la muerte digna, la
eutanasia, etc.
Coincidamos
pues en que la IC no esta dispuesta a cambiar lo mas mínimo en sus
planteamientos, a pesar de la nueva realidad social y científica, ni a abandonar
sus múltiples privilegios, tanto económicos como de influencia en las
conciencias de los seres humanos.
Sin embargo ha
cambiado la base social de la iglesia. Según datos del CIS correspondientes al
año 2010, en torno a un 21% de la población española se declara como no
creyente o atea, porcentaje bastante superior al 9,8% de veinte años
atrás. Y como dato muy significativo
este porcentaje sube hasta el 30% para jóvenes entre 15 y 29 años.
Cabria, a tenor de estos datos, pensar que la
IC ha perdido base social y por consiguiente seria posible reducir sus
privilegios, ser tratada como un ente privado, sometido consiguientemente a las
reglas de juego que se marcan para cualquier ámbito civil. ¿Por qué entonces no
se avanza en esta línea? Básicamente porque los partidos políticos no están por
la idea de enfrentarse a la IC (léase Conferencia Episcopal) lo que hace que ésta
haga gala de un poder superior al que le confiere su base social, menos
numerosa y menos militante. No solo esto, sino que en algunas Comunidades Autónomas
sus gobiernos, estando en consonancia con la IC, potencian ámbitos en donde ésta tiene una influencia
extraordinaria, como es la educación privada o concertada. Con todo ello se
mantiene la consolidación de la idea religiosa en una sociedad moderna,
anclándonos en el pasado e impidiendo la orientación hacia un futuro diferente.
Es preciso
acabar con estos privilegios y reivindicar el derecho a la libertad de
conciencia y de pensamiento, al progreso, a una nueva civilización. Confiemos
en la evolución natural de la sociedad española y en las acciones del
movimiento laico y ateo.
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